"Poca gente es capaz de prever hacia dónde les lleva el camino
hasta que llegan a su fin."
J. R. Tolkien
Cuando se
trata de algo tan decisivo como lo que amas, todo cambia, todo se torna
trascendente y adquiere una dimensión especial. Quien transmite con la justa
emoción su visión; quien comunica bien su idea y también su estrategia, aquel
que entusiasma con su proyecto hasta el punto de contagiar a su equipo, tiene
ganado buena parte del camino emprendido.
Más aún si
cabe, el camino, desde este punto de vista, se convierte entonces en parte
esencial –consustancial, si se quiere- de la meta. De tal manera que no llega a
entenderse del todo el sentido más profundo del logro si no incorporamos, como
elemento constitutivo y constructivo, el proceso que nos conduce hasta él, o lo
que es lo mismo, todos aquéllos mecanismos que fueron necesarios para alcanzar
los propósitos planificados en el inicio.
A menudo nos
encontramos mensajes que degradan y devalúan el esfuerzo, incluso
considerándose un mal necesario para conseguir resultados. Bien es cierto que,
con independencia de los resultados, todo esfuerzo debería estar alineado a la
consecución de unos objetivos, pero caeríamos en la trampa si no valoráramos la
trascendencia del camino, de su dureza, pero también de sus valiosas enseñanzas.
Precisamente será ese esfuerzo el que permanezca siempre como espíritu en la
persona y el equipo, como bagaje, grabado a fuego en el alma de los caminantes.
En definitiva, los resultados se quedan atrás, el espíritu que los provocó permanece
intacto y constituirá el verdadero punto de partida y fortaleza para el camino
que conduce a la siguiente meta.
Ésa puede ser
una de las razones –quizá no la única- del que, tras haber alcanzado la cumbre,
piensa sin solución de continuidad en la siguiente meta, integrando el posible cansancio
de inmediato. De ahí que, una vez asegurada la dirección y afianzado el rumbo, y
de manera casi imperceptible, el camino se convierta en el motivo, en razón
suficiente para el equipo, aquello por lo que merece la pena iniciar o remprender
la marcha una vez tras otra, aquello que proporciona sentido y forja auténtica mentalidad,
ésa que se sitúa incluso por encima del cumplimiento de objetivos trazados.
Sea como
fuere, en una sociedad eminentemente finalista y resultadista, en la que el
valor viene proporcionado por los resultados, tratar de transmitir la
relevancia de los procesos, el preponderante e ineludible papel del camino,
parece cuanto menos osado. La urgencia y la prisa en la que permanecemos
instalados tampoco contribuyen a esta visión del trabajo en equipo y el
desarrollo personal que genera. En cualquier caso, cuando la euforia de los
resultados se disipa, queda tu verdad, y con ella, la verdad de tu equipo.
Por encima de roles y funciones, la contribución decidida de todas las partes a
crear estructura de equipo será determinante para la solidez y la consecución
de los objetivos, para crear y forjar esa mentalidad que será inexpugnable
valor compartido, generador de nuevos y estimulantes retos.
No hay comentarios:
Publicar un comentario