"Sólo nos cambia lo que amamos" (Entrevista de J. Rubio a Pablo d´Ors).

Irrenunciable... Por su interés y recomendable altura intelectual  y espiritual, recojo la entrevista que Javier Rubio realiza a Pablo D'Ors para elconfidencial.es
 
 
Escritor, sacerdote, doctor en teología y filósofo, Pablo d'Ors (Madrid, 1963) está protagonizando un curioso fenómeno editorial. Su libro dedicado a la meditación,  Biografía del silencio (Ediciones Siruela) ha agotado sus cuatro primeras ediciones a través de la recomendación de quienes lo han leído previamente. Desde su amplio bagaje intelectual y su experiencia como religioso, el nieto de Eugenio D´Ors habla para El Confidencial de su vivencia directa al margen de cualquier misticismo, y de cómo la práctica de la meditación puede ayudarnos a todos en nuestra vida cotidiana.

 
Defina en sus propias palabras, por favor, que es Biografía del Silencio
Este libro nace de una práctica continuada de meditación. Llegó un momento en el que decidí escribir un pequeño diario de mis prácticas de silencio y, leyéndolo, me di cuenta de que mi experiencia podía ayudar a otros.
 
Empezó a meditar, según cuenta, por la necesidad de superar la angustia, la ansiedad o la  insatisfacción por la proyección de su carrera literaria. ¿Le explotó, digamos, una bomba en las manos y cogió mayor ambición espiritual o personal?
(Piensa mucho la respuesta). La vida del hombre puede estar planteada en términos de suma o de resta. En mi caso personal, hasta los cuarenta años me planteé la vida en clave de suma, es decir, intenté construir mi identidad sumando experiencias, lecturas, viajes, relaciones... Desde la resta, en cambio, la cosa es bien distinta, porque no se trata de agregar cosas, sino de quitarlas para descubrir quién eres en realidad. La identidad no es entonces una conquista, sino un descubrimiento.
Somos bastante incapaces de estar con nosotros mismos, en silencio interior. Nos ponemos nerviosos porque enseguida salen a relucir todos nuestros fantasmas. Cuando empecé a meditar, sospechaba que estaba dando un cambio sustancial en este sentido. El descubrimiento esencial fue el de que el silencio es, fundamentalmente, una nostalgia, un pánico y una revelación, por este orden.
Nostalgia porque todos, en mayor o menor medida, decimos que nos gustaría tener más tiempo de silencio, porque en teoría lo apreciamos y buscamos. Pero ese deseo suele quedarse ahí en el noventa y nueve por ciento de los casos, y eso genera nostalgia. Pánico porque cuando por fin nos atrevemos a hacer silencio, lo primero que descubrimos es que tenemos miedo. Somos bastante incapaces de estar con nosotros mismos, en silencio interior. Nos ponemos nerviosos porque enseguida salen a relucir todos nuestros fantasmas. Pero si superamos ese pánico, se produce algo así como una revelación: descubrimos quiénes somos y a qué estamos llamados. Es así como el silencio nos va educando a estar con nosotros mismos, a conocernos y a aceptarnos. A mi modo de ver, este es el único camino para tener una vida decente.
 
En un mundo que se acelera irremediablemente, y desde un punto de vista eminentemente práctico ¿La meditación es una terapia para evitar el exceso de información, de ruido, para superar la sobreestimulación típica de nuestra cultura?
Sí, es una terapia. Y no solamente urgente, sino esencial. Urgente es llamar al fontanero cuando en tu casa tienes una gotera, por ejemplo. Pero esencial es dedicar tiempo a la amistad, a la naturaleza, a Dios si se es creyente.... El principal problema del hombre contemporáneo es la dispersión; la meditación fomenta la capacidad de atención y de concentración. Y lo cierto es que solamente cuando estamos atentos vivimos de verdad.
 
Nuestro sistema educativo nos forma para el mejor conocimiento interior. Ejercicio físico, alimentación, conciencia social.., pero no contamos con una tradición de formación de nuestra vida interior. ¿Es la meditación una herramienta para ello?
Tienes toda la razón. Para mí este es el gran drama. Hoy no sólo se exige una gran determinación para emprender este camino, que es muy solitario. Es que resulta muy difícil encontrar maestros o verdaderos guías. Existen, por supuesto, pero son pocos y no es fácil encontrarlos. Además, hace falta una extraordinaria humildad para seguirles.
 
Pero usted en este sentido, puede ser un maestro…
No, no soy ningún maestro. Soy un simple buscador que ha escrito su experiencia.
 
Sí, pero lleva andado un camino… Entonces, ¿cómo y por qué recomendaría la meditación al ejecutivo agresivo, al conductor de autobuses, a la madre con hijos y un trabajo... a cualquiera? ¿Les va a aportar algo a su vida cotidiana?
Les diría lo siguiente: vivimos mucho, pero tenemos poca experiencia de la vida. Porque yo diferencio vivencia de experiencia. Vivencia es aquello que nos sucede y experiencia, en cambio, es permitir que eso que nos ha sucedido se pose y nos configure, que nos conforme. Sin la capacidad de parar para acoger, para dar cauce a la receptividad, todas esas vivencias no se harán auténtica experiencia en nosotros.
 
El hecho de que uno concentre su atención con semejante intensidad, ¿Nos ayudará en nuestro quehacer cotidiano, en el día a día?
No veo nada más práctico. Si caminamos por la calle reconcentrados en nuestros pensamientos, no vemos la realidad. La meditación te ayuda a salir de ese ensimismamiento que, poco a poco, nos va amargando y minando. Suelo poner un ejemplo que me resulta muy claro. Levántate una mañana y di en tu interior: “Soy un desastre”; repítelo cuantas veces te acuerdes a lo largo de todo el día y verás cómo llegas a la noche fatal. O, por el contrario, levántate y comienza a decirte: “Soy una gran persona”, o “soy luz”; verás entonces cómo terminarás la jornada sintiéndote francamente bien.
Puedes tener la peor situación del mundo, pero si estás contento contigo mismo, el asunto es bien distinto. Esto significa que el mundo interior, la palabra interior, tiene una capacidad esencial para configurar el propio estado anímico. La felicidad, por otra parte, no es otra cosa que satisfacción ante la propia imagen. En este sentido, somos bastante responsables de nuestro nivel de satisfacción o insatisfacción. Puedes tener la peor situación del mundo, pero si estás contento contigo mismo, el asunto es bien distinto. Pues esto es, precisamente, lo que proporciona la meditación.
 
Entonces, utilizando una metáfora, ¿La meditación podría ser para la mente y el alma como la pesa al músculo, o las zapatillas a la carrera? Es decir, algo cotidiano con un fin muy práctico y concreto para nuestra salud integral.
Así es. De hecho, el seminario de entrenamiento espiritual que animo y del soy fundador, “Buscadores de la Montaña” se llama, nace precisamente de este planteamiento. Igual que hay gimnasios para el cuerpo físico, ¿por qué no plantear un espacio y un tiempo para quienes desean un gimnasio para el espíritu? Sí, considero que la meditación podría compararse a estas pesas o zapatillas de las que hablas. La metáfora me parece adecuada.
 
Para un gran ejecutivo, por poner un ejemplo, de sectores ultracompetitivos, o para los tiburones financieros? ¿No sería la meditación un torpedo para su forma de funcionar, para su modus operandi? Si meditaran, a lo mejor dejaban su trabajo...
Creo que si las grandes empresas comenzaran una pedagogía para que sus empleados meditaran, en primera instancia se crearía una gran crisis entre los empleados y la empresa arriesgaría la quiebra; pero también creo que en última instancia sería de un gran beneficio, puesto que se trabajaría con mayor plenitud y mayor capacidad de rendimiento. Cuando meditas, tu trabajo es enormemente más eficaz. Si se aumenta en capacidad de concentración, se realizará el trabajo con mayor eficacia y rapidez. En pocas palabras: si los empleados de una empresa meditasen, mejoraría el rendimiento de producción, estoy casi seguro.
 
¿Vivimos entonces una época y un ritmo de vida que, aunque con calidad material, es también un peligro para la vertiente emocional?
Para mí eso es claro. Si no ponemos remedios contundentes y no perseveramos en su ejecución, el futuro no es halagüeño. Cada vez habrá menos personas profundas y serán más uniformes. Los individuos tendrán menos personalidad y serán más manipulables. Me preocupa todo esto mucho, y no solo por los demás, sino por mí mismo, puesto que yo no soy inmune en absoluto.
 
La sociedad pide al individuo proactividad, ambición, capacidad para crear tu propio destino, pero la meditación parece lo opuesto, la aceptación de la realidad tal y como es. ¿Cómo se puede combinar esta dualidad?
La meditación no anula las legítimas ambiciones del ser humano, sino que las recoloca. Lo que elimina es la ansiedad a la hora de perseguirlas, así como la frustración si es que no se consigue aquello a lo que se aspira. Yo medito todos los días y sigo aspirando a ser un escritor reconocido. A lo que la meditación me ayuda es a vivir esa aspiración sin ansiedad; me ayuda a no hacer depender mi felicidad de la consecución de tal reconocimiento. La felicidad está para mí ahora más en el camino que en la meta.
 
Si, como explica, el fruto principal de la meditación es aceptar la realidad…  Ante un enfermedad grave, dificultades duras de la vida, o para los familiares del reciente accidente de Santiago, la realidad es dura…¿Puede ayudarnos su práctica?
Lo que voy a decir ahora es muy gordo y puede ser malinterpretado. El problema radica en que nosotros consideramos que el dolor y el mal no deberían existir. Por ello, cuando el mal hace su aparición, lo sentimos como una violación de nuestros derechos, como algo que debería ser erradicado de inmediato. La realidad, sin embargo, aunque nos pese, es que el dolor no es antinatural, es natural.
La adversidad puede vivirse como oportunidad y, cuando se vive así, sin dejar de ser adversidad, pasa a ser también algo constructivo. Pondré un ejemplo. Conozco a muchos enfermos con cánceres terminales que lo viven muy mal, con mucha rabia; pero también conozco a otros (muchos menos) con los mismos cánceres pero con una profunda aceptación de los mismos. El problema no está, por tanto, en el cáncer en sí mismo considerado, sino en la actitud con la que se afronta. Desde determinadas actitudes, lo negativo puede llegar a ser positivo. ¿Cuál es la clave? No huir de la negatividad, del dolor, de la tragedia, sino más bien atravesarla. Y eso es lo que enseña la meditación.
Lo más sensato que cabría decir a quien está en medio de una situación dramática es que la viva, puesto que bien vivida puede aportar una sabiduría y una plenitud extraordinarias. La quietud propia de la meditación nos incomoda: enseguida nos pica el cuerpo, por ejemplo, y pronto aparecen pensamientos que agobian. Lo más habitual en esos casos es levantarse y claudicar. Pero si se persevera, si se atraviesa todo eso, lo que se descubre es que dentro de cada uno de nosotros hay algo así como un jardín del Edén, un espacio en el que no hay oscuridad, sino sólo  luz. En esto que digo no hay nada de esotérico. Mucha gente que ha recorrido este camino ha descubierto un reducto en su interioridad donde efectivamente se encuentra bien. Pero eso solo se consigue atravesando la oscuridad.
 
Su experiencia tiene también un valor especial porque también es un religioso, un sacerdote. ¿La meditación no pone en evidencia el componente cultural de toda religión, sus dogmas? ¿No se caen muchos ídolos?
No solo es que se caigan, sino que deben caerse. Pero no creo que las instituciones sean necesariamente negativas. Lo que sí son necesariamente es precarias, como todo en nuestra condición humana. Esta tarea de desmontaje que se produce cuando hay una práctica continuada y seria de silencio es necesaria y permite que la pertenencia a una determinada institución pueda ser más consciente y responsable.
 
Con los cambios interiores que se producen cuando meditas ¿La meditación puede hacer tabla rasa de la religión institucionalizada tal y como la conocemos?
(Lo piensa detenidamente) Voy a intentar explicarlo con un ejemplo. Si estás casado y meditas, la meditación puede ayudarte a descubrir los defectos y la relatividad de la persona a la que amas. Pero descubrir esos límites o defectos te puede conducir a dos opciones opuestas. Una: pensar que no tiene sentido continuar juntos. Otra: gracias a que conozco los defectos del ser al que amo, puedo amarlo más y mejor. Más aún: es así como amo su realidad y no la idea que tenía de ella. Con la Iglesia o la religión, sucede algo parecido. La meditación ayuda a descubrir que, en último término, tú mismo eres al menos tan precario como esa institución a la que perteneces o esa religión que profesas.
La meditación trabaja uniendo; nos hace comprender que nuestra identidad no se acaba en este cuerpo material, sino que estamos vinculados unos a otros. La meditación no te hace un estúpido incapaz de ver lo que hay. Lo negativo existe, es obvio. La meditación te va limpiando la mirada, eso sí, y te va haciendo descubrir el lado luminoso y hermoso de todo. Y ello hasta el punto de que quien no tenga esa mirada, pensará no solamente que es ingenua, sino que es idiota. Pero hasta en las realidades más hostiles hay posibilidad de luz.
 
En un terreno más metafísico o espiritual de la meditación ¿Los profundos estados de conciencia que se alcanzan permiten percibir que exista algo más allá de nuestro cuerpo físico?
Entre quienes meditamos no todos responderíamos de la misma manera a esta pregunta. La meditación ayuda, entre otras cosas, a darte cuenta de que la definición que has dado de ti mismo es muy pobre. Porque uno no puede definirse simplemente por estar casado o ser soltero, por ser ingeniero o carpintero, tener hijos o no tenerlos, estar en paro o no… Todo eso son simples circunstancias. Incluso el pensar que eres alegre, tímido, valiente, entusiasta… Todo eso es pobre porque nos separa por contraste de los demás. La meditación trabaja uniendo; nos hace comprender que nuestra identidad no se acaba en este cuerpo material, sino que estamos vinculados unos a otros. Es así como empieza uno a sentirse más en conexión o comunión con todos lo demás.
La meditación te cambia si la amas. Sólo nos cambia lo que amamos. En este sentido, la meditación rompe el antropocentrismo y te hace más cosmocéntrico, hasta el punto de hacerte comprender que el materialismo puro no tiene fundamento. Hay multitud de factores que, sin una consistencia material inmediata, te configuran: el amor, la esperanza, la piedad... Es así como puedes llegar a ser una persona más espiritual; pero de ahí a reconocer que hay un Dios, lo cual es un acto de fe, hay ciertamente un trecho.
Meditar es habitar en el anhelo que todos tenemos de una vida mejor. Todos aspiramos a cambiar, a mejorar, a crecer. Existe en el ser humano una clara no conformidad con lo que hay. Mirar interiormente esa no conformidad, ese anhelo, esa aspiración, eso es meditar. Y eso es lo que nos hace mejores. Para un creyente, yo diría que ese anhelo de plenitud es Dios en uno mismo, un Dios que está gritando y pidiendo su espacio y que, en la medida en que se le mira, va ensanchándose más y más.
 
En el libro explica cómo la meditación le ha llevado a un determinado estilo de vida…
La meditación te cambia la manera de vivir. Vives con mayor lentitud, por ejemplo. Aprecias más lo esencial, como la naturaleza, la amistad, la oración, el cuerpo… La meditación te cambia si la amas. Sólo nos cambia lo que amamos.

Por qué la superación...


“La fuerza no viene de la capacidad corporal,
sino de la voluntad del alma”
Gandhi.

           En ocasiones tenemos la fortuna de encontramos con victorias plenas, cargadas de todo aquello que las hace especiales, victorias que marcan y dejan una huella imborrable en su forma y, sobre todo, en su fondo. Pero a menudo, dejados llevar por ese espíritu de la complacencia con que los resultados nos amordazan, nos conformamos con victorias ridículas, insuficientes, incompletas y –por qué no-, por el modo en el que se producen y la enseñanza que dejan, hasta inconvenientes.
La meta no es ganar. No, porque terminaremos confundiendo lo accesorio con lo esencial, y, siendo las dos realidades hermosas, no compiten en la misma dimensión. Lo que está destinado a ser consecuencia –ganar- rara vez puede ser un buen objetivo para personas y equipos. Nos vuelve fríos y distantes en el camino y los procesos, calculadores y –lo peor- vagos finalistas que miden su entrega y dispensan su talento exprimiendo temerosamente el látex del cuentagotas que tienen por alma.
Luego entonces, la verdadera meta es dar lo mejor de ti, dar lo máximo, entregar tu espíritu en cada instante, ése que ya no vuelve; dar hasta que te sientes consumir para que parte de ti pueda quedar ya en los otros y ser también parte de ellos. Poner el corazón en tus palabras, en tus manos, reconociendo que tú eres también, en gran medida, parte de lo mucho bueno que otros pusieron en ti.
           Aspectos como la fortaleza, la motivación o la resistencia están escritos en nuestro corazón; no te empeñes en ponerles límites cuando están llamados a expresar toda su naturaleza expansiva y creativa. En cierto modo, nuestra capacidad de resistencia se encuentra íntimamente relacionada con la consistencia de nuestros motivos, con la profundidad de las razones que nos impulsan.
Después y a pesar de todo, la felicidad o la alegría no son quimeras, ni imposibles, tan sólo se encuentran falseados en su concepto y posibilidad por este implacable imperio de lo efímero que terminamos por aceptar como día a día, atribulados en la dictadura del instante. Algo debemos cambiar, pero algo de dentro, algo que remueva cimientos personales y genere el auténtico cambio. Si llegas, no pierdas el tiempo primero en negarlo, luego -poco más tarde- en retrasarlo. No temas amar la entrega que llega a doler, ésa que nuestro mundo a veces se empeña en esconder, porque en ella está parte del sentido y tu destino.
Llega entonces un momento en el que olvidas la meta. Te sorprende lo que puedes llegar a dar y, por los motivos que fueran, trataste de frenar o frenaron. Al fin y al cabo, obtener resultados es importante, necesario, pero no es ganar ni, por supuesto, vencer. Para ganar y vencer -para convencer- sólo tienes que reconocer, interiorizar y compartir el valor de las formas, del proceso, del camino que elegiste y te condujo. Todo, al final, es medio para el conocimiento personal y del mundo, expresión compleja de lo que nos mueve, conmueve e impulsa cada día y en toda circunstancia, por su ausencia, o por su presencia: la FE. La superación no es más que vivir en ella y desde ella, su incontenible impulso.

La edad de la visibilidad. Influjo de la realidad socio-virtual.



“Intenta no volverte un hombre de éxito, sino un hombre de valor"
Albert Einstein

        Todo cuenta en algún sentido; todo suma, resta, multiplica o divide sin criterio aparente, sin parámetros objetivos ni reglas escritas que resistan un tiempo determinado. El nivel de exposición de tu perfil, así como del personaje que se va creando en torno a las intervenciones o imágenes con que decoras tu dimensión virtual marca el valor, tu cotización en ese mundo de dispositivo y pantalla que hay delante del mundo real al que nos desacostumbramos en un claudicante silencio.
Un ir y venir de mensajes no cesan en su caótico propósito de encumbrar estados y bendecir renovadas libertades individuales. Expresión a veces febril –en ocasiones fresca- de nuestro tiempo, se cuece a fuego lento la atmósfera, de donde se generan las actitudes y se construyen realidades hasta crear una cultura capaz de proclamar e instaurar un auténtico modo de vida.
Así, abigarrada estructura sin andamios que la sostengan en su crecer galopante, se forja entre imágenes que lo pulgares santiguan en las pantallas una mentalidad explosiva y cortoplacista, que proyecta y devora al mismo tiempo el instante para el que ha sido programada su moderna insaciabilidad. El contenido es la presa en la edad de la visibilidad, la letra es indiscreta intención desatada por las emociones desinhibidas ante la verdadera distancia; la imagen se eleva a perfecta categoría, tan efímera en su forma como pretenciosa en su inconfeso sentido.
La edad de la visibilidad traza sus caminos sin rumbo aparente, surca espacios sin estrategia preestablecida. Sus movimientos no tienen ritmo al que adaptarse ni mapa por donde orientarse. Aunque poco es previsible, se encuentran cuantos oasis se quieran encontrar; se puede escuchar lo que se quiere oír y leer aquello que se desea conocer. La cuestión se juega –una vez más- en la capacidad de juicio y las posibilidades propias de análisis; la credibilidad o la veracidad, así como el descubrimiento de la intención de las fuentes serán decisivas en este escenario entre la persona y la realidad socio-virtual.
Con sus grandes ventajas y reconocidas posibilidades, pero también con sus aspectos por analizar y conocer del todo, la edad de la visibilidad ha establecido un modo y orden nuevo, donde esa realidad socio-virtual ha establecido todo un sistema de relaciones, donde amistad, afectos y emociones, negocios, marketing, intereses, inquietudes, despropósitos o también oportunidades, circulan por la red a la velocidad y la intensidad de esa pulsión vital que invade circuitos y satura dispositivos.
    Para entonces, como ha sucedido siempre, será la autenticidad la que salvaguarde lo esencial del ser humano en los brazos de una realidad contingente, una autenticidad que –en esta ocasión- se jugará en esa cercana distancia que paradigmáticamente se establece entre quien teclea a un lado del dispositivo y el personaje que crea al otro con el rastro y el señuelo virtual que va dejando. En cualquier caso, la edad de la visibilidad no será ajena a los procesos naturales, empeorará lo malo y mejorará lo bueno. En cierto modo, la realidad socio-virtual tampoco resolverá la soledad de muchos si sólo se comparte vacío.