El lenguaje desfigurado del éxito. La gloria es conectar, trascender.


“No hay más que una gloria cierta, y es la del alma que está contenta de sí”.
José Martí.
¿Alguien imagina Rafa Nadal siendo abucheado por sus seguidores tras haber perdido un partido?, ¿alguien lo imagina siendo increpado tras caer derrotado en la final de uno de los Grand Slam? Para muchos, Nadal es el deportista de los 73 títulos ATP (15 Grand Slam), de las Copas Davis, de las medallas olímpicas…; pero sospecho que para todos es el deportista de la entrega, de la raza, del carisma.
Mientras ganar hace poderosos a los deportistas, la forma de ganar los hace grandes, admirables, incluso legendarios. No es cierto que la historia –también el deporte- no guarde un sitio a los “perdedores”; porque ejemplos de deportistas que no han sido encumbrados por sus resultados sino por su espíritu competitivo, su liderazgo o carisma, hay muchos. De ahí que sea una verdad a medias elevada a categoría eso de “del segundo no se acuerda nadie”, “segundones”, “el segundo es el primero de los perdedores”…
No nos vamos a engañar: lo decisivo para estar arriba es ganar; ganar mucho. Pero hay algo imprescindible para conectar, y es por esta razón por la que hay muchos ganadores que perdieron la mejor de las victorias: la gloria, eso que te conceden los demás, no solo los títulos. La gloria es aquella energía que hace que un ganador sea campeón; que un ganador sea capaz de trascender más allá del aura de una efímera corona de laurel, el brillo de un trofeo o una medalla o incluso de una saneada cuenta corriente.
Creo que hay algunas constantes que se repiten en aquellos deportistas y equipos que, más allá de ganar o perder, se muestran capaces de conectar y trascender:

Sin sus ligas o su copa de Europa el Barsa de Cruyff no habría entrado en la historia del fútbol, pero, ¿por qué es recordado este equipo? Sin sus anillos, los Bulls de Jordan no estarían en el cuadro de honor de la NBA, pero, ¿por qué siguen siendo recordados? Seguro que tú podrías proponer otros casos que respondieran a este paradigma de éxito.

Ganar tiene múltiples expresiones. Ganar, al fin y al cabo, está al alcance de unos pocos; conectar y trascender solo está al alcance de unos elegidos. La cuestión está en si lo haces para ti, lo haces además para quienes te rodean, o si lo haces para que deje huella, y esta, por alguna razón que no siempre acertamos a descifrar, quede indeleble en el tiempo, en la memoria de quienes no puede dejar de contarlo porque lo vivieron o se lo contaron como solo se cuentan las hazañas, con las pupilas dilatadas y el verbo abundante, generoso. Gana la gloria quien construye y deja un legado.

"Yo, que también fallo...". La CONFIANZA y equipos de alto rendimiento.

“Los factores claves del éxito en las organizaciones son las personas que las componen y las relaciones que mantienen”.
Jesús María Iturrioz.
           
No hace mucho me comentaba un entrenador en una animada conversación lo difícil que resultaba “conducir un grupo a lo largo de toda una temporada”; “la cantidad de factores y variables que se deben tener en cuenta para intentar que todo vaya bien, o al menos de forma equilibrada”. Cierto, la base de los resultados en equipos de alto rendimiento se sustenta en constantes no siempre tangibles o valoradas en su justa proporción; ya no digo planificadas.
En este sentido, me parece muy recomendable la reflexión que Patrick Lencioni proporciona en Las cinco disfunciones de un equipo (Empresa Activa, 2003). Lencioni aporta un valioso modelo para formar un equipo cohesionado y eficaz, transferible a cualquier equipo de alto rendimiento sea cual fuere su naturaleza y misión. Entre estas cinco disfunciones que plantea su teoría aparece en primer lugar la AUSENCIA DE CONFIANZA entre los miembros de un equipo.

Pero… ¿por qué se habla tanto de la CONFIANZA a la hora hablar del rendimiento de equipos? ¿Acaso factores como la CONFIANZA entre compañeros dispara balances, construye informes, mete goles, para penalties o encesta canastas…? Vayamos por partes.
  1. La CONFIANZA es un factor relacional absolutamente crucial en la construcción de un equipo. No se empieza a trabajar cuando aparecen los problemas; más bien los problemas se acentúan cuando no se ha trabajado.
  2. La CONFIANZA en el otro/otros es decisiva para obtener resultados; es el fundamento del trabajo en equipos de alto rendimiento. Resulta más fácil entregar nuestro mejor esfuerzo junto a alguien al que respeto y aprecio que junto a un “desconocido” con el que comparto espacio.
  3. La ausencia o la quiebra de CONFIANZA es la primera y principal disfunción que experimenta un grupo con máxima exigencia competitiva. Sin CONFIANZA en tu equipo no hay cohesión auténtica, y sin esta, todo contratiempo se convierte en un problema.
  4. La CONFIANZA requiere comprenderse, abrirse y aceptarse unos a otros. Esto supone no temer mostrar todo lo que somos, incluso, y sobre todo, nuestra parte más vulnerable, verdadero soporte del posible crecimiento personal y de equipo.


Sí. Después de todo, la CONFIANZA que tenemos o dejamos de tener en los miembros de nuestro equipo juega; quizá no se cambie en un vestuario, no lleve un número o no salta al terreno de juego. Pero sí puede cambiarse contigo, lleva tu número o salta contigo y con cada uno de tus compañeros en el campo. Se llama CREER.

Perdón, fútbol, perdón.

“Todas las personas sueñan con la libertad, 
pero están enamoradas de sus cadenas”.
Khalil Gibran
Qué importa dónde, cuándo o cómo. Otra pelea de animales que renuncian a su condición humana; otro episodio vergonzante para que su castigo manche –una vez más- a quienes aman el deporte y sufren que siga siendo utilizado por aquellos cobardes que pasean su violencia por espacios destinados a la superación, el esfuerzo, el sentido de equipo o el placer del juego y la competición; otro capítulo de machitos encabritados que no hallan mejor escenario ni altavoz más grande para rendir cuentas con su frustración reprimida.

 ¿Cuál será la próxima línea que veremos cruzar en el deporte base para rasgarnos las vestiduras por enésima vez sin que concretemos poco o nada efectivo? Quizá no amemos tanto como confesamos a nuestro fútbol; quizá no sea suficiente cuanto hacemos para limpiarlo de tanta porquería como ya soporta. Algo habríamos hecho ya mucho más efectivo y contundente si –como repetimos- el fútbol nos apasiona tanto.

No es el fútbol. El fútbol es otra cosa muy distinta, pero parece que este partido no importa y, sin embargo, nos jugamos la clasificación al mejor de los mundiales: el de la vida que le queda a cada niño o joven cuando se da cuenta de que el sueño de su padre no cabe en sus planes o en sus condiciones. Y esa es parte de la verdad que nos negamos a asumir, la misma que escondemos cuando algunos atribuyen la responsabilidad al deporte rey.

1.       ¡Que no es el fútbol! Que se trata de una sociedad enferma que arrincona en la esquina del olvido los valores universales, y lo expresa en los ámbitos más abiertos y tolerantes. Y el fútbol lo es.
2.       ¡Que no es el fútbol! Que la frustración viene de casa, o del trabajo, o de la calle, pero termina estallando allí donde, por principio, se acoge a todo el mundo. Y el fútbol lo hace.
3.       ¡Que no es el fútbol! Que puede que no queramos verlo ni afrontar nuestras vergüenzas, pero se trata de un problema social y cultural que encuentra cauce y expresión en determinados fenómenos mediáticos. Y el fútbol lo es.

Claro que tiene solución, como casi todo, pero transformar una cultura requiere tanto como…

Ø  DECISIÓN. Voluntad por parte de todos los agentes sociales implicados.

Ø  ESTRATEGIA. Concreción de proyectos que impulsen procesos operativos consistentes, evaluables, revisables por parte de todas las partes. Instituciones, clubes, escuelas, familias…

Ø  COMPROMISO. Valentía para dar el paso que acerca y aproxima a todos, ¡a todos! Y tener muy claro quien decide estar fuera con su doblez o actitud.

Ø  PACIENCIA. Perseverancia en el esfuerzo sostenido; transformar una cultura lega tiempo, energía, recursos… y tropiezos.

Ø  CONFIANZA. Hay que insistir y tener fe; o eso nos enseña el deporte. Centrarnos en el proceso para que lleguen los primeros resultados.


Que no es el fútbol, que no; que es lo que hemos permitido y estamos permitiendo cada una de las personas que decimos amar al fútbol y cuanto significa. Que no es el fútbol; que somos todos nosotros cada vez que nos callamos, consentimos, transigimos o preferimos mirar hacia otro lado mientras se desangra el corazón de nuestro maravilloso deporte
Perdón, fútbol, perdón; dando siempre tanto a tantos para recibir tan poco de algunos.

El líder silencioso. Cuando el carisma estalla dentro y salpica fuera.

"Todo lo que no se da, se pierde”.
Proverbio indio.
     Su expresión mantiene la misma tensión en los momentos decisivos, pero ha ganado en suavidad su gesto con el paso de los años, de las ligas, de los mundiales, de los JJ.OO., de cada partido, de cada jugada, de cada instante... Quizá aquella vehemencia desordenada y casi arrogante ahora se manifiesta más humana y comprensiva, pero sin haber perdido por ello un ápice de esa competitividad con que su alma va fraccionando en entregas su controvertido espíritu indomable.
Andrés Nocioni regala energía porque le estalla dentro y le dejsborda, porque muy posiblemente juega como es; sin medir la entrega ni reparar en el daño que esto pudiera traer. Admiro la forma de gestionar su carrera; de entender, vivir y transmitirnos cosas como que el carisma no se guarda o el liderazgo no se impone. Su particular modo de dignificar cualquier rol dentro del grupo solo se encuentra al alcance de un alma apasionada por el deporte y todo lo que su práctica –profesional o no- requiere; y supone levantar un sencillo pero impagable monumento a estos dos factores reconocibles en su persona: carisma y liderazgo.
En el banquillo, apenas sin ser advertido al principio, emerge en cada partido un líder acaso silencioso, pero de una presencia arrolladora que solo puede forjarse a golpe de entrenamientos exigentes y conversaciones claras, generosas, profundas. Algo que nos recuerdja que ser líder a veces consiste en algo tan sencillo como mostrar:

1. NATURALIDAD. El líder no necesita marcar o imponer su territorio. Su área de influencia viene marcada por su carisma, su energía vital.

2. CERCANÍA. El líder no se muestra únicamente próximo, sino que es cercano. Está cuando hay que estar y de la manera en la que hay que estar para los compañeros, el equipo.

3. INFLUENCIA. El líder es una referencia para los demás. Lo buscan y lo encuentran, porque su reacción, su palabra o su gesto llena el espacio necesario.

4. VALENTÍA. El líder no se esconde, ni basa su acción en el temor al posible error. Da un paso al frente en momentos muy concretos y asume la responsabilidad.

5. RESISTENCIA. El líder es consciente de que determinadas situaciones –partidos, competiciones, decisiones…- no requieren prisa, sino constancia, presencia, paciencia y determinación.

6. CONFIANZA. El líder no sabe el resultado final, pero siente cuáles son los factores, los valores que hacen más posible la victoria. Los pone y mantiene la fe hasta el final.

7. SE LEVANTA. El líder vive el contratiempo, el tropiezo, la derrota, como parte necesaria e ineludible de la competición. Sabe cruzar su “pequeño” desierto y mirar con optimismo el paso que viene.

8. PASIÓN. El líder no es un superhéroe, es un ser humano que, en la mayoría de los casos, decide vivir desde su pasión por algo de sus adentros.

     El líder silencioso nos muestra cosas como que el carisma es una fuerza intangible que estalla dentro y salpica fuera. Con Andrés Nocioni siento hay determinados deportistas que podrían haber jugado a lo que hubieran querido y hubiéramos deseado tenerlos en nuestro equipo, de nuestro lado, en la parte de la cancha que defendemos -por un tiempo y desde el juego- la vida, unos colores, un escudo, el equipo, o incluso una pasión irracional que nos agota y nos levanta a un tiempo; que nos hace estar y sentirnos vivos.

Motivación situacional.

“La vida es 10% lo que me ocurre y 90% cómo reacciono”.
Charles Swindoll.
     Fuera, la tarde era gris y las calles de la zona alta de Barcelona te envolvían con su metálica humedad. Sin embargo, la temperatura dentro de la sala de conferencias era más agradable conforme pasaban los minutos. Al final de la charla con alumnos y profesores de grado superior de Ciclos Formativos en el Colegio Salesiano de Sarriá, y abierto por fin el diálogo, alguien del grupo formulaba una interesante pregunta en relación al acompañamiento de equipos de alto rendimiento.
    -¿Desde dónde se motiva mejor, desde el reconocimiento, desde el reto o desde la percepción de fracaso? –suelta como si la cuestión apenas revistiera importancia.
    Breve silencio.
    -Interesante pregunta… -otro breve silencio antes de construir el argumento-.

    Ciertamente, se puede motivar bien desde las tres situaciones planteadas; en este sentido, lo fundamental es lograr diferenciar ese espacio desde el que se aborda el trabajo de motivación y armar una buena estrategia o plan de acción para que resulte productiva y proporcione desarrollo para la persona o el equipo, es decir, acerque al objetivo trazado.

MOTIVAR desde el RECONOCIMIENTO.
FUNDAMENTO. Toda persona o equipo necesita de alguna forma el refuerzo positivo, percibir la aprobación o el respeto hacia la tarea que realiza, pero es el lugar y la importancia que dejamos que ocupe dentro de nosotros el que demarca la frontera de su beneficio. La adherencia o excesiva  dependencia del reconocimiento desvía el verdadero centro de gravedad del objetivo, a no ser que este sea el reconocimiento en sí mismo.
VALOR. Bien gestionado, el reconocimiento genera Confianza/Autoconfianza.
CONTRAVALOR. Dependencia.
LOCUS de CONTROL. Externo. El reconocimiento no es algo que dependa de ti o de tu equipo.

MOTIVAR desde el RETO.
FUNDAMENTO. Resulta importante reconocer, proyectar y hasta compartir (hacer visible) el objetivo; asumirlo como reto. Hay personas que necesitan trabajar los objetivos desde ese espacio en el que ponen a prueba toda su persona y sus recursos; necesitan experimentar el poder de atracción, casi magnético, que los retos presentan.
VALOR. Competitividad.
CONTRAVALOR. Estrés o ansiedad competitiva.
LOCUS de CONTROL. Interno/Externo. Interno cuando es decidido, asumido y/o integrado por la persona y equipo; externo cuando el reto es forzado o impuesto.

MOTIVAR desde la PERCEPCIÓN de FRACASO.
FUNDAMENTO. Se dice que haber caído hasta dar con tu alma con el suelo es el primer paso para
volver a levantarte; que, de no hundirte, adquieres la mejor de las enseñanzas para erguirte de nuevo y contar con ese bagaje vital que ya te hacer más fuerte, más consciente. Crecer y motivar(se) desde la percepción de fracaso imprime carácter, alma, espíritu.
VALOR. Superación. Resiliencia.
CONTRAVALOR. Frustración/Depresión.
LOCUS de CONTROL. Interno.

    La motivación no camina por ti, eres tú quien camina desde ella. No te lleva a ti, eres tú quien puede volar o estancarse desde ella. Así, gestionar la motivación no tiene espacios mejores ni peores; tiene ángulos, perspectivas, realidades; tiene, sobre todo, situaciones desde las que un buen reconocimiento de la situación, una profunda toma de conciencia y un acertado plan de acción, te puede ayudar a ti y a tu equipo a dar, de forma más consistente, el paso que acerca, el paso que te hace más fuerte y decidido. La motivación es la victoria del ser humano que definitivamente asume e impone el protagonismo vital que le es regalado desde que nace sobre el victimismo de aquellos que se empeñan en que las cosas sencillamente pasan, y no se provocan.

    La noche sobrevuela el aeropuerto y la humedad juega con la percepción del frío con la misma travesura de un niño sin apenas malicia. Retraso en el vuelo. Giro la cabeza levemente hacia atrás y me acomodo en un fría butaca de esa interminable sala de espera en la que se convierte un aeropuerto al final del día. Mastico la sensación de sentirte respetado, el poder de sentirte una vez más retado y, sí, la difusa certeza de que es nuestra percepción y la experiencia de nuestra propia fragilidad uno de los motores más consistentes de la fortaleza que acaso podamos sentir. Sentir…

El "caso Setién". El precio de un equipo; el valor de la cohesión.

Un equipo es ese que todos señalan 
porque nunca se rompe cuando se cae.

     Según algunas fuentes, Quique Setién, entrenador de la UD Las Palmas, pidió disculpas a sus jugadores por no haber afrontado antes una situación conflictiva y, solo después, se dirigió a los medios de comunicación para informar de dicha situación y anunciar las medidas que iba a adoptar con algunos de ellos. En todo caso, toda la secuencia de los acontecimientos viene recogida por diferentes canales y soportes, pero no es lo fundamental aquí abordar los detalles del caso o establecer un juicio de valor de la situación, sino analizar la manera de proceder o todo cuanto se destila de un estilo de liderazgo y la gestión de equipos en relación a su COHESIÓN.

    Con frecuencia, las dificultades en equipos de alto rendimiento sobrevienen una vez avanza la temporada, cuando el invierno, los resultados, la convivencia o los intereses empiezan a posarse en el barro de una exigente competición que, por la razón que fuera, no termina de satisfacer a todos. Aunque no es menos cierto que gran parte de la solución de este tipo de conflictos naturales obedece al forjado previo del equipo, en plena pretemporada o con la llegada del entrenador, donde se asientan los pilares de lo que, ladrillo a ladrillo, será el EQUIPO.

    Así, todo lo que no sea una manada o un grupo; todo lo que pretende llamarse EQUIPO se sostiene en cuatro elementos imprescindibles: su IDENTIDAD, sus NORMAS, su COMPROMISO y su OBJETIVO.

IDENTIDAD. ¿Es tu equipo reconocible dentro y fuera del campo? Cuando hablamos de la identidad del equipo hacemos referencia a los valores elegidos e identificables por parte de sus miembros a lo largo de la temporada y en todo contexto: entrenamiento, competición, convivencia, relaciones con prensa, actos…

NORMAS. ¿Tiene tu EQUIPO un conjunto de normas consensuadas que garantizan el cumplimiento de la identidad-valores? Cuando hablamos de las normas no se trata de un mero reglamento o de un frío régimen disciplinario, sino de aquel código que salvaguarda el mejor tesoro de un EQUIPO: su COHESIÓN INTERNA.

COMPROMISO. ¿Estás tú y está tu EQUIPO dispuesto a sacrificar todo por respetar la identidad y a valerse, si fuera necesario, de las normas acordadas para respetarla? Cada miembro del EQUIPO es parte indisociable, activa y creativa de esa identidad. El nivel de compromiso de un EQUIPO determina el grado de resistencia a las dificultades reales a las que tendrá que enfrentarse.

OBJETIVO. ¿Tiene tu EQUIPO clara la finalidad para la que ha sido construido? Quien tiene un objetivo tiene un horizonte, un camino por el que ponerse en marcha. Si este se encuentra lejano, conviene establecer metas de desempeño y mini-objetivos que acerquen y sean motivo de celebración.

     Supongo que Quique Setién ha valorado parte de este impacto en la línea de flotación de la identidad-valores de su EQUIPO, ha podido detectar la falta de compromiso de algún miembro a la hora de quebrar alguna norma y, en consecuencia, la posibilidad real de no alcanzar el objetivo en el caso de continuar en esta línea. En cualquier caso, no juzgo ni el estilo de liderazgo del entrenador ni las medidas, sino la coherencia que puede deducirse de sus palabras y sus acciones. Ganar, a veces, es mostrarse íntegro, comprometido y decidido. Hoy, un entrenador, por encima –más allá- de un resultado, nos señala el precio de mantener a un EQUIPO y el coste que en ocasiones cobra el valor de la COHESIÓN.

     Un equipo no es el que gana, ni el que pierde, tampoco es el que entrena o ni siquiera del que se habla, aquel que retratan los medios o las redes sociales. Un EQUIPO es un poco de todo eso, pero, sobre todo, un EQUIPO es su espíritu, su alma, es la voluntad reunida y dispuesta a entregarse de manera innegociable cualesquiera que sean los escenarios que vienen
     Un EQUIPO es ese que todos señalan porque nunca se rompe cuando se cae.