El fútbol y la zancadilla posmoderna.



…De pronto llega el balón a cualquier lugar del campo y él recibe la pelota acariciándola con el empeine interior, para después acompañarla con sublime elegancia por detrás de la pierna de apoyo; una parte de la grada se levanta, otra sencillamente enmudece cuando se dispone a hacer lo que todos desean, lo que algunos esperan, lo que pocos intuyen, lo que quizá nadie –sólo él- sabe… y una chispa incendia el corazón de cada uno de los que allí se encuentran.

Nadie ni nada podrá reprimir en su totalidad el rapto genial que todo talento tiene, ni siquiera cuando se decide encorsetarlo en aras de lo que algunos consideran ganar o triunfar. A pesar de todo, el rigorismo táctico no mató el fútbol, sencillamente lo trasladó de escenario competitivo, empujado tal vez por la preponderancia y la urgencia siempre acuciante de los resultados, que se han ido imponiendo del todo en este particular modelo de gestión de cuanto rodea al mundo del balompié.
Podría decirse que en las últimas décadas el fútbol moderno evoluciona del mismo modo que lo hacen el resto de las organizaciones –sean de la naturaleza que sean-, en las que el componente fundamental de supervivencia y proyección responde a los fríos parámetros de las cifras. Así, el espectáculo cedió casi la totalidad de su espacio al rendimiento y la rentabilidad, que será, por otra parte, la que supuestamente proporcione estabilidad y conceda la posibilidad incierta de alcanzar los objetivos trazados.
Ciertamente, la realidad del fútbol es hija también de su tiempo, y participa del lenguaje cultural y la estrategia organizacional que le rodea. No obstante, eso no quita que, dentro de la visión y los valores que en la actualidad predominan, no haya espacio –siempre lo ha habido- a la trasgresión, al atrevimiento, o a la agudeza de quienes saben establecer, con sensacional olfato y suma habilidad, ese justo equilibrio entre la exigencias externas y las convicciones internas, creando el producto perfecto y posible.
Quizá debemos empezar a valorar a quienes asumen e integran esta premisa, a quienes no desisten y se empeñan en intentar que este planteamiento no robe el duende y el genio que ha tenido siempre este deporte; a ésos que tienen la idea, la defienden, la comunican y comparten; aquéllos que son capaces de persuadir y convencer al equipo, de traducir en resultados algo mucho más valioso que éstos, las convicciones y los procesos que los provocaron, el modo de conseguirlos.
Por citar a algunos y centrarnos en los más mediáticos, entrenadores como Del Bosque. Guardiola o Jürgen Klopp, entre otros, han sabido entender perfectamente esta doble dirección por la que transita en nuestros días el fútbol. Destaca la confianza que transmite el seleccionador español a sus futbolistas, la serenidad que aporta como medio para desarrollar el talento personal y colectivo. Salta a la vista el compromiso con la excelencia que Guardiola transmite a su equipo, el ejemplo de que el orden no es incompatible con el talento o el virtuosismo, sino que más bien lo favorece; o la intensidad creativa del grupo de Klopp, alguien que cree en la inteligencia del futbolista, en su capacidad para llevar a la práctica una transición táctica defensa-ataque tan exigente como la que su planteamiento expone.
Claro que no dejará de haber espacio para quienes siguen creyendo en modelos nuevos, formas innovadoras. Seguimos necesitando líderes capaces de arriesgar por el valor de sus ideas, líderes lo suficientemente flexibles como para gestionar con eficiencia la exigencia y presión exterior con la convicción interior. Es posible también emprender caminos nuevos que mantienen la esencia, en los que se construyen modelos y sistemas que están dando unos resultados que incluso trascienden del tanteo de un simple partido.
         Después de todo, el fútbol, como todo deporte -como la propia vida- es un estado de ánimo y, como tal, cambiante. Ahí empieza y ahí termina.

A nuestros amigos de 4º de ESO ¡GRACIAS!



Queridas familias y amigos; y muy especialmente, queridos alumnos de 4º de ESO que hoy, en este emotivo acto, os despedís de vuestro Colegio.
Estoy convencido de que nada ni nadie que te haya hecho feliz se borra jamás de tu corazón. Espero que así haya sucedido con vosotros a lo largo de estos años en la Casa Salesiana de Montilla; años en los que seguro habéis tenido oportunidad de compartir todo tipo de momentos. Seguro que todos nos han hecho crecer como personas y como grupo.
Permitidme, en este momento, que comparta una última reflexión antes de que emprendáis la siguiente etapa de vuestra vida.
En primer lugar, no puedo dejar de agradecer a vuestros padres el que un día decidieran traeros a esta casa. Sin su decisión no hubiera sido posible haber compartido este camino que hoy ponemos en valor. Puedo advertir lo que en este instante sienten en su corazón y la cantidad de escenas que retienen en su interior ahora agitado, zarandeado. Por su confianza y comprensión, a ellos todo mi respeto y el profundo agradecimiento en nombre de la Congregación Salesiana.
En segundo lugar, mi reconocimiento a los maestros, profesores, y a todo el conjunto de educadores que os han acompañado durante estos preciosos años. sin duda, cada uno de ellos ha influido en vuestro proceso con su granito de arena, con su pasión por el hermoso mundo de la educación, con su buen hacer, pero, sobre todo, por su buen ser.
Sin duda, de todo el proceso, nada más valioso que las personas, nada como el encuentro fructífero entre quienes son conscientes de la trascendencia que el conocimiento y las experiencias tienen en la vida de las personas.
Queridos amigos, puede que todo lo vivido no llegue ser decisivo en vuestras jóvenes vidas, de modo que se borre en el primer viento que sople con cierta fuerza; existe la posibilidad de que cada uno de los momentos experimentados y amados en estos años no sirva para nada a pesar de que hoy te embargue la emoción y no consigas reprimir tus lágrimas. Dejad que todo fluya con naturalidad y vive cada instante con esa pasión por la vida que compartimos. Ciertamente, nada que se ama, se olvida. Pero sólo el tiempo y las circunstancias determinarán si fue verdad lo vivido, si fue tan auténtico que te marcó hasta traspasar tus entrañas para formar parte de ya de lo que en esencia eres y serás.
Es sencillo, te darás cuenta con el paso de los días, quizá de los años. Se trata, en un ejercicio de interiorización personal, de que logres convertir lo que ahora es emoción en valor, sólo así podrás comprobar si lo vivido es tan fuerte como para que sea lo que te sostenga en las duras pruebas del camino. Entonces sabrás si fue tan auténtico como ahora sientes… En el momento en el que se apaguen los focos, se cierren las puertas y emprendas la marcha se disiparán tus dudas; sólo entonces comprobarás hasta donde llegó en ti salesianos y su singular modo de entender y proyectar la vida.
Como hiciera Don Bosco, sueña y lucha por tus sueños. Sé valiente, atrévete, mira tu interior y deja un espacio a Dios, no saldrás defraudado; se puede ser generoso y ser feliz, entregar todo lo que eres y no lamentarlo; se puede ser honrado, justo, honesto y, por supuesto, ser feliz. Ése es nuestro deseo para quienes, más que alumnos, os convertís en amigos, en cómplices del carisma salesiano allá donde estéis. Sí, el colegio brillará en vuestro interior cada vez que, como fuerza, viváis los valores que os conmovieron. 
Para terminar, robo una frase a un Don Bosco ya anciano, doblado no tanto por los años cuanto por las fatigas, y que sintetiza lo que los educadores salesianos que os hemos acompañado tenemos grabado a fuego, procurando hacerlo realidad: “Este pobre viejo sólo desea una cosa, que seáis felices en el tiempo y en la eternidad”.