El modelo Simeone. Instinto, emoción y cabeza.

“No debemos sentirnos dioses. No somos dioses y tenemos que correr. Cuando un equipo está realmente bien todo pende de un hilo”
Pep Guardiola, en Herr Pep, de Martí Perarnau
         Hace un par de semanas me encontraba gestando ideas, enfocando argumentos; trataba de ordenar planteamientos para luego desarrollarlos en el módulo de Fundamentos Sociológicos del Deporte que imparto a un grupo de futuros entrenadores de fútbol nivel 1. Entre artículos, lecturas, libros, reflexiones –y alguna que otra carrera de por medio- me encontré de pronto cosiendo las bases sociológicas y comportamientos de los grupos con el modelo que asoma en el equipo del “Cholo” Simeone. Y caí…, me entregué a la tentación de hacerlo artículo asumiendo el riesgo que supone estructurar una habilidad tan artesana como la forja, desarrollo y gestión de un grupo.
         Lanzado el balón a bote pronto, podría decirse que Simeone convoca a los suyos como quien, sabiendo del valor puntual de la estampida, provoca a la manada; como quien reúne al grupo tocando la fibra necesaria; o como quien reta al equipo para la mayor de las hazañas. Y estableciendo esa sutil pero necesaria diferencia entre uno y otros, lo llamaremos, desde esas bases socio-antropológicas de los agrupamientos “El modelo Simeone. Instinto, emoción y cabeza”.
1.   Instinto. El entrenador como quien provoca a la MANADA. El equipo empieza a construirse desde la fuerza del instinto que desarrolla toda manada, y todo individuo como parte de la manada. La manada crece en el movimiento de contracción ante la amenaza externa. Se contrae para ganar; lo motiva el temor, el miedo, pero mientras otros consideran negativo este rígido movimiento defensivo, este, en realidad, se convierte en el soporte –ardid táctico- que permitirá transitar del instinto de protección, de supervivencia, hasta cruzar esa frontera que separa el repliegue de la estampida ordenada y efectiva.
2.   Emoción. El entrenador como quien reúne al GRUPO. Para ganar el vínculo indestructible de las emociones tienes que rodearte de individuos que amen suficientemente cuanto hacen y comparten. No es imprescindible sentir los colores; pero se hace necesario sentir el latido del juego y el lenguaje del balón. Cautiva, conmueve, agrupa en torno a una experiencia de grupo que no hayan sentido jamás… hasta que dure; tú no controlarás ya eso. Todos buscamos sentirnos bien; sentirnos parte; sentirnos latido de un corazón palpitante. Efectivamente, quien tiene el latido de cada uno, tiene el corazón del grupo. Construye un motivo para todos y haz para todos el motivo de cada uno.
3.   Cabeza. El entrenador como quien reta al equipo. El poder de la mente nos enseña que quien resiste e insiste, gana. Por eso hay equipos o jugadores que pueden ir ganando un partido y le aviene la sensación de que acabarán perdiendo… Se trata de un juego interior que se libra dentro de cada jugador y contribuye a algo tan intangible pero tan poderoso a la vez como la mentalidad del equipo. Cooperación y compromiso para la exigencia, la intensidad, la concentración… Todo aquello que te llevará a marcar la diferencia, que no está en desarrollarlas, sino en el tiempo que tu equipo es capaz de desarrollarlas. Cabeza; después físico y cabeza; y al final, físico, cabeza y emoción.
   Todo es tan parecido a la naturaleza, a la propia vida; tan similar a la supervivencia, la afinidad o la superaciónQuizá, cuando todo ya no pueda ser como fue y es; solo después de todo, podamos descubrir el arte que requirió la posibilidad, llegado el momento, de provocar a la manada, reunir al grupo y retar al equipo.

5 comentarios:

  1. Totalmente partidario de este modelo INSTINTO-EMOCIÓN-CABEZA.
    Desde que ese entrenador es capaz de reunir a una manada que se mueve por instinto, por pura supervivencia individual, haciéndoles entender que necesitan de esa cooperación para poder defenderse de las amenazas externas, comunes a todos, y a las que solo podrán sobreponerse de manera conjunta. Conjunto, grupo, ese es el siguiente paso en la evolución natural de este modelo, en tanto en cuanto, dicho entrenador, añade a esa manada un sentimiento común, y la vez personal e individual, en el que cada miembro se considera parte de ese todo, pero no una parte cualquiera, sino una parte activa, dinámica y necesaria. Ese sentimiento creará entonces un vínculo casi indestructible, y que evolucionará al último estado del modelo, el equipo. Este último paso se dará una vez que cada miembro del grupo ha experimentado su sentimiento de vida y pertenencia a dicho grupo, y adquiere con ello un compromiso, un lazo de unión al resto de grupo que hace que ya no mire nunca más por un bien particular, porque ha entendido que su único bien, lo único que verdaderamente lo hará feliz, es el bien del EQUIPO!!!

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  2. Gracias Fran por tu magnífico comentario. Mucho ánimo en tu preparación como entrenador. Ganarás tú y, sobre todo, tus jugadores. Saludos!!

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  3. Para ganar el vínculo indestructible de las emociones tienes que rodearte de individuos que amen suficientemente cuanto hacen y comparten. Si todos los miembros de un equipo aman y pelean de verdad por lo que luchan, pero lo más importante y caracteriza a los grandes equipos que gracias a su unión consiguen grandes éxitos, es compartir ese sentimiento, al final es como si todo el equipo o grupo se contagiara de este sentimiento y llegan a pisar fuerte y ganar, ganar y volver a ganar.

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    1. Muchas gracias, Manolo, por tu reflexión y aportación al artículo. Qué buena disposición para tu evolución como deportista y, sobre todo, persona. Que cada paso sea consciente y decidido. Mucho ánimo. Saludos!

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