Reto "Restaurante KIDS". Niños, cocina y valores.

Inspirado por mi amigo Sergio Fernández Guerrero,
un alma intrépida que se agarró a la cocina como quien se agarra al canal de la vida que le permite repartir entusiasmo y contagiar vitalidad.

La mayor parte de ellos se conoce casi desde que empezaron a  guardar -a buen o mal recaudo- sus propios recuerdos, porque combaten los rigores del calor estival en la playa de La Guardia-Salobreña (Granada). El grupo de niños –hermanos entre sí algunos- oscila entre los tres años de Sergillo y los trece de Pablo o Claudia. En realidad conforman varios grupos arracimados por esa proximidad con que la edad y los juegos los convocan.
         Hasta ahí, todo normal; con las incidencias y vivencias propias de cada verano. Pero, de pronto, un huracán entra en juego y hace volar la imaginación y saltar la creatividad y el entusiasmo. Ya lo conocemos quienes convivimos con él durante alguna semana cada verano. Sergio es incandescente; brilla pero no quema; su chispa prende, incendia, pero, lejos de devastar el territorio que pisa, lo revoluciona, lo mueve a la acción dentro de ese campo magnético que crea su personalidad arrolladora y cercana. Todo lo que emprende desde que asoma por la playa es pura acción y derroche adrenalínico.
         Y esta vez no se conformó con alguno de sus improvisados juegos en el agua. El reto que le propuso a una veintena de niños era nada más y nada menos que programar, preparar, servir y recoger una cena a un número limitado de adultos. La idea cobró poco a poco fuerza y la cuenta atrás acababa comenzar. Valores como el trabajo en equipo, la distribución de roles, funciones y responsabilidades, la necesidad de coordinación, el respeto o la valoración del trabajo de cada uno y de todos saltaban a la vista desde el primer momento. Cocineros, camareros, relaciones públicas, maîtres,… y todo tutelado por un magnífico y distinguido profesional de la cocina y la motivación como Sergio Fernández Guerrero.
         Y programaron su menú:
· Entrante: Salmorejo con tartar de langostinos y dátiles.
· Primer plato: Bacalao confitado con crema de patata y aceite de trufa.
· Segundo plato: Solomillo a la plancha con cebolla confitada, espárragos trigueros y ciruelas.
· Postre: Sandía y mango con crema de yogur y azúcar glace.
· Y todo regado por magníficos vinos de la tierra.
Tres días de asambleas de equipo, establecimiento de reglas y organización; días para la búsqueda y preparación de materiales, promoción del evento, reservas, compra de material y, por fin, elaboración de la cena. Y llegó: 21 de agosto, 21.30 horas, temperatura agradable y una ligerísima brisa peinaba los frondosos árboles de la plaza. Y el restaurante KIDS abrió sus puertas de sueños infantiles por una noche, una noche mágica y diferente tanto para su equipo de trabajo como para los privilegiados clientes que tuvimos el honor de disfrutarla. Todo un éxito.
Muchos de ellos aún no tienen claro que quieren ser de mayores, pero bueno, quizá el mundo tampoco sepa a estas alturas que les aguardará a ellos, qué horizontes les tiene reservados o qué tipo de profesiones podrán llegar a elegir. Pero eso ahora puede que importe poco o nada; lo que verdaderamente importa es la experiencia de ser un grupo, un grupo muy diverso y variopinto que ha tenido que ponerse de acuerdo para alcanzar un objetivo común y compartido. Un grupo que, por unos cuantos días, ha tenido que convertirse en EQUIPO y respetar unas reglas, valorarlas, apoyarse, tomar decisiones, trabajarlas, e incluso disfrutarlas.
Pasaban apenas unos cuantos minutos de las doce y casi todos los clientes habían dejado ya KIDS, y fue maravilloso comprobar entonces como un grupo de cocineros, camareros, maîtres o relaciones públicas de pronto volvieron, como si sus vestimentas se hubieran disuelto por un extraño hechizo, a su hermosa realidad de niños.

Gracias, Sergio, por tu carácter y tu humanidad. Estos días la cocina fue una magnífica excusa para transmitir unos valores a un grupo de niños que tendrán que interiorizarlos para crecer, relacionarse y, sobre todo, poder ser ellos en cualquiera de los escenarios que su vida les depare o ellos se construyan. Todavía son niños, sí, pero al fin y al cabo seres humanos, protagonistas de sus creatividad y sus sueños, a quienes nada les impide vivir lo que les hace mejores que ellos mismos antes de cada experiencia.

Pretemporada. 5 claves para enriquecer el proceso.

Fue al término de una sesión de trabajo físico muy exigente en el ecuador de la pretemporada. Ejercicios integrados y combinados con balón; estímulos continuos y cambios de actividad. Fuerza, resistencia, elasticidad; solos, en pequeños grupos… Magnífica planificación y conducción por parte del Preparador Físico bajo la supervisión del entrenador. No lo decidimos, pero ambos permanecimos en el campo mientras todos se iban retirando. Dejamos primero sitio al silencio y en seguida surgió la conversación en el césped. Se le notaba preocupado porque creía que faltaba algo; que no veía ciertas cosas necesarias y la temporada arrancaba en apenas dos semanas… y entonces se soltó.
-No sabría decirte bien –sostuvo dubitativo-; quizá convicción, no sé si entusiasmo, o confianza… El caso es que los veo serios… Sí, puede que sea eso: serios, como si estuvieran tristes, tensos.
-¿Y qué te preocupa de eso? –le reformulé. Entonces su mirada se perdió en la lejanía del campo como si quisiera escrutar en el horizonte la respuesta.
-Lo que quiero es que todo salga bien… -sentenció devolviéndome de nuevo la mirada.
-¿Todo?, ¿bien? -No pude ni quise reprimir mi sonrisa, pero tampoco dañar la complicidad y el respeto que nos profesamos.
-Ya sabes, todo lo marcan los resultados; este mundo es así de caprichoso. Pocos ven el sacrificio y el trabajo que hay detrás. Si luego el balón no entra…
Desde que su mirada buscó en la lejanía supuse que se trataba de algo relacionado con la seguridad de los resultados y la incertidumbre del camino; el tenerlo todo bien atado; haber planificado y realizado un trabajo de precisión casi milimétrica y empezar ya a ver muy cerca la competición, donde se introducen las variables que no dependen solo de ti ni siquiera del grupo y, sobre todo, de ese sometimiento al poder implacable de los resultados.
Tranquilo, entrenador. No puede estar todo, absolutamente todo, en este momento. Estamos sembrando y abonando el terreno y no podemos exigir la certeza de los resultados. Estas claves pueden ayudarnos en plena pretemporada.
1.   Limpia. La pretemporada es la pequeña mochila vacía de cada uno y la gran mochila vacía de todos. Intenta vaciarlas primero de todo aquello que robe espacio a lo que será fundamental en la competición. Creencias, temores, inseguridades, prejuicios… No todo lo que traemos suma.
2. Llena. Comienza a llenar las mochilas teniendo siempre en cuenta los cinco compartimentos: físico, táctico, técnico, mental/emocional y relacional. A veces integrado; otras con trabajo específico, pero no excluyas ninguna dimensión. La temporada es muy larga y todas jugarán en la competición.
3. Señala. Visualiza el conjunto del camino desde el principio, sitúa el momento de trabajo siempre que puedas y trata de poner el foco en el instante de tal manera que todos sientan la importancia del “aquí y el ahora”. A todos nos gusta distinguir el destino e interiorizar la ruta. Nuestra entrega alcanza entonces más sentido. Crea alianza y aliados.
4. Motiva. Si crees en lo planificado y la respuesta de tu equipo es satisfactoria, no cuestiones en cada momento tu método o tus decisiones. Concédete espacio a ti y al grupo para integrar todo el trabajo. Hay un momento para decidir, otro para trabajar y otro para evaluar. Alienta y estimula a los tuyos; que observen y se contagien de tu energía y convicción.
5. Implica y confía. No se controla todo. Hay entre un 15 y un 20% de variables que no dependen de ti, ni del grupo. Existen factores en la competición incontrolables; no pueden ocupar, ni mucho menos nublar, tu visión y tu camino que, al fin y al cabo, es la de tu equipo. Todo lo que suma en pretemporada, multiplica en la temporada. Todo lo que resta, luego divide. Sé lo que quieras que sean.

-¿Qué te gustaría que tuviera tu equipo; qué es aquello que crees que no le puede faltar, míster? –tuve clara la pregunta tras el silencio que nos concedimos.
-Supongo que dignidad, orgullo, confianza, sentido de equipo, pasión por lo que hacen, superación en la adversidad… Son muchas cosas.
-Entonces, deberías estar tranquilo y confiar en tu trabajo. Supongo que no debes temer nada si lo ven en ti.

Empezamos a caminar hacia la boca de los vestuarios. Una media sonrisa pareció instalarse en su gesto relajado mientras enrollaba y desenrollaba entre su dedo índice la cuerda de su silbato gastado.

Cazadores de estímulos. El homo technologicus y las APPS.

“Corremos el riesgo de llegar a los demás como meros objetos
a los que podemos acceder”.
Turkle.
         Con el libro La generación APP, Katie Davis nos ofrece una rica reflexión sobre el impacto que la realidad de las aplicaciones está teniendo en la vida de los jóvenes, pero también –por contagio y extensión- en la de los adultos. Y entre sus renglones, rescata una cita de Ellul lo suficientemente elocuente como para compartirla y digerirla: “pensar que la tecnología no hará más que dominar nuestra existencia material es una muestra de ingenuidad. Estos dispositivos abren paso a un cambio fundamental en la psicología humana”.
Ciertamente, el mundo de la tecnología en general, y el de las aplicaciones de manera muy particular, está creando una nueva conciencia de sí mismo, de los demás y del conjunto de la realidad circundante; una nueva microvisión y macrovisión en la que el ser humano es sujeto y objeto. Así, la brecha abierta entre los considerados nativos digitales, los inmigrantes digitales y –por supuesto- los analfabetos digitales se expande, como se expande con ella esa concepción del mundo tan singular.
Pocos expertos en educación, psicología, sociología o antropología evolutiva, entre otras disciplinas complementarias, dudan de la influencia y el impacto que las APPS están ejerciendo en cuestiones tan fundamentales como la identidad, la intimidad y la creatividad de los individuos. El modo en el que se vertebra el ser individual, la manera en la que establecemos nuestras relaciones y abrimos nuestra intimidad con los otros (alteridad) y la propia capacidad creativa e imaginativa se ven claramente afectadas por la tecnología que nos envuelve y desde la que hemos establecido la mayor parte de nuestro desarrollo. Puede que, en cierto modo, la relación, uso y dominio de la tecnología determine hoy, como en otro tiempo lo determinaban otras cuestiones, la pertenencia generacional.
En este sentido, podríamos distinguir entre dos grandes categorías de aplicaciones, las que generan dependencia y aquellas otras que generan capacitación y promueven el desarrollo del pensamiento y la creatividad. Sugerente al respecto es la reflexión de Nicholas Carr, quien expresa que, “por su velocidad, la era digital fomenta el pensamiento superficial, malogra la lectura y la reflexión sostenida que favoreció la era Gutenberg”. Nos deberíamos preguntar, al respecto, en qué espacio del homus technologicus nos situamos, si en aquel en el que se encuentran las personas app-dependientes o, por el contrario, en aquel otro donde permanecen los app-capacitados.
Las APP-dependientes trazan rutas establecidas, caminos marcados; dispensan soluciones unívocas y generan un pensamiento unidireccional y dependiente. Mientras que las APP-capacitadoras proporcionan horizontes y no caminos establecidos ni rutas marcadas; generan un tipo de pensamiento alternativo, constructivo y autónomo.
En cualquier caso, vivimos en un mundo rodeado de dispositivos digitales que, a través de sus innumerables aplicaciones, parecen dispensar soluciones de todo tipo a todo tipo de situaciones. Basta reconocer una dificultad, un problema más o menos extendido para a continuación crear una aplicación que lo solvente con más o menos acierto. Un mundo en el que ser humano, en plena revolución tecnológica, se está convirtiendo en un avezado cazador y devorador de estímulos. Sin ellos, sin el contacto permanente y continuado de estímulos, el ser humano incluso llega a desarrollar un síndrome de abstinencia con toda la sintomatología que lo hace reconocible.

Después de todo, en esa conciencia nueva de sí mismo, de los demás y del mundo, lo siguiente, a modo de rasgo inequívoco de la Generación APPS, puede ser –si de hecho no lo es ya- entender las personas y el mundo como una gigantesca aplicación, donde el principio de utilidad siempre esté por encima del principio de vitalidad. ¿Qué supone todo esto?...