La derrota no enseña nada.


“Las derrotas no engrandecen nada, pero con ellas uno se da cuenta de la dificultad de lo que ha hecho hasta hoy”
Rafa Nadal
     La realidad es la que es, por dura que sea, y conviene siempre conocerla bien. En ocasiones utilizamos edulcorantes en forma de mensajes para deformar su doloroso impacto, quizá pensando que así nos duele menos, que no traspasa nuestra vulnerabilidad amenazada o que de esta forma no erosiona nuestra sobrevalorada fortaleza o la de quienes nos rodean.
La naturaleza de la derrota es dura, su sabor amargo, de una punzante tristeza para quienes no pueden desprenderse de su espíritu competitivo. Además, la derrota no enseña nada; es la persona o los equipos quienes tienen ante sí la oportunidad de extraer de ella el aprendizaje necesario para ponerse de pie y seguir adelante con su propósito. Para ello, puedes tener presente estas 7 CLAVES:

1.  ESCUCHA LA RABIA. No eres la derrota, ni la rabia que su fría dentellada deja, pero esta rabia puede llegar a ser muy productiva si se sabe gestionar. Que suene y transforma su energía.

2.  COMPARTE LA FRUSTRACIÓN. No dejes que se quede dentro, porque roba mucha energía y entonces saldrá en momentos que no deseas. Expresa las emociones que sientes. Para llenar el depósito emocional hay que vaciarlo antes.

3.  REVISA LOS OBJETIVOS. Recuerda la meta trazada, quizá no te encuentres tan alejado de aquello que te propusiste. Examina ciclos, tendencias; no momentos puntuales. Una línea proporciona más información que un punto.

4.  RECONSTRUYE LOS VALORES. Los valores son el combustible de nuestras acciones. Siente si han estado presentes los valores acordados en equipo; si son necesarios otros.

5.  TRABAJO; MÁS TRABAJO. Nada se mejora sin dedicación, sin una aplicación y una intensidad que prueben realmente los valores, los planteamientos, las ideas, la estrategia... el proyecto.

6.  MANTÉN LA CONFIANZA. Pocas cosas dependen tanto de nosotros como mantener la confianza. Concede el valor necesario a lo externo, bueno mientras te ayuda y te da perspectiva, pero que no condicione ni te aparte del propósito por el que estás dispuesto a dar lo mejor de ti.

7.  RECONOCE EL ESFUERZO. Todo cuanto depende de nosotros es señalar el objetivo, acordar los valores, disponer la estrategia y gastarnos en la entrega. Si eso está, sí, por favor… ¡Reconoce(te) el esfuerzo!

Al fin y al cabo, somos nosotros los que aprendemos, o no. La derrota no enseña nada. Y vendrán más resultados, vendrán buenos y no tan buenos, y seguirá viniendo alguno malo. Así lo sentimos, competir está anudado a la vida; es imposible disociar la competición de la vida, la vida de la competición.
 

"Los estudios no se me dan bien; el fútbol sí".

“Jamás el esfuerzo desayuda a la fortuna”
Fernando de Rojas
    A menudo, en el deporte base nos encontramos con sentencias de chicos del tipo: “Los estudios no se me dan bien; el futbol sí”. “Ya me esforzaré cuando sea necesario”. “A ´fulanito´ no le ha hecho falta estudiar para ser de los mejores del mundo”… Y podríamos seguir, acumulando una ingente cantidad de argumentos, ¿verdad?, pero casi todos ellos tan rotundos como inconsistentes.
Muchos de los educadores y deportistas que nos movemos en torno al deporte en su fase formativa nos vemos obligados a formularnos la siguiente cuestión: ¿Por qué hay que insistir a un joven deportista en su responsabilidad para con los estudios? Es tan sencillo encontrar razones como complejo ponernos de acuerdo educadores, técnicos, psicólogos, coaches y padres en la estrategia que verdaderamente sitúe la cuestión en la trascendencia que decimos que tiene.
Para ello, no es necesario distanciarse del lenguaje del deporte. Trataré de ser coherente con aquello que también les pedimos a los chavales en cada entrenamiento, en cada partido.

1.   COMPROMISO. Por encima de resultados, pedimos trabajo, el compromiso necesario para estar satisfechos con nuestro esfuerzo. Los resultados son consecuencia del trabajo. El acento, el valor lo ponemos en el trabajo.

Hay niños que abandonan al hacerles sentir que no son buenos porque no obtienen resultados.


2.   CONSTANCIA. Por encima de cosas que se me dan bien o mal, existen las cosas que requieren de tiempo para perfeccionarse. El talento se entrena y se depura. El estudio se entrena y se depura.

Hay niños que abandonan cuando aparece la necesidad de un mayor y mejor esfuerzo. Fase clave. La vivimos mucho en el paso de alevín a Infantil (PRIMARIA-ESO)

3.   PRESENCIA. Por encima de tener mil cosas en la cabeza, necesitamos trabajar la atención, la concentración. Solo existe aquello que en este momento hacemos. Los chicos y los técnicos de nuestra escuela deportiva saben de memoria una frase antes de empezar cada entrenamiento: ¿Cuánto de mí hay ahora AQUÍ?

Hay niños que abandonan porque se sienten incapaces de centrar la mente en una actividad; en enfocar la atención en algo durante cierto tiempo.

4.   INDIVIDUALIZACIÓN. Por encima de parámetros estandarizados, a cada le niño le pedimos aquello que sabemos puede dar; le provocamos la necesidad del paso que le corresponde dar.

Hay niños que abandonan porque se sienten incapaces de medir su propia evolución; se sienten permanentemente comparados.

5.   RESISTENCIA. Por encima de realizar el esfuerzo que me gusta y creo tener, aprendo a entregar lo mejor de mí con independencia del viento que sople. No es negativo sentir el aire en contra y experimentar la capacidad de atravesarlo.

Hay niños que abandonan porque no están dispuestos a sentir el aire en contra. Y los adultos, a veces, no estamos a la altura acompañarlos en esa curva. O se la quitamos, o la cruzamos por ellos.

6.   LA DERROTA ENSEÑA. Por encima del mal sabor que a todos deja un suspenso, una mala nota, un mal resultado, podemos “poner sobre la mesa” todo aquello que pudo faltar para ponerlo en adelante. Además, a veces se trata sencillamente de asumir una contrariedad y saber gestionarla.

Hay niños que abandonan por su intolerancia al pequeño fracaso; porque son incapaces de ver aquello que puede enseñarnos cualquier tropiezo. Comienza el absentismo emocional y vendrá el absentismo físico.

7.   LA VICTORIA SE CELEBRA Y COMPARTE. Por encima de cumplir con nuestra obligación, es bueno celebrar cada pequeño logro, valorar en justa proporción; cada resultado que lleva impreso el sello de tu mejor esfuerzo bien lo merece. A veces basta con una sonrisa de complicidad que llegue dentro del otro.

Hay niños que abandonan porque no se sienten valorados; porque su esfuerzo no recibe ni tan siquiera un gesto de aprobación de alguien, una mueca de complicidad.

8.   TRASCENDENCIA. Por encima de dar el paso que toca, resulta muy positivo visualizar el horizonte al que nos lleva. Todo esfuerzo persigue una meta. Trabajar las metas de desempeño –no solo las finales- nos puede ayudar mucho.

Hay niños que abandonan porque no terminan de ver el sentido de tanto esfuerzo; no acaban de experimentar el placer de dar pasos que los acerquen a la persona que desean ser.
 
   Claro que hay deportistas que llegan a ser estrellas sin necesidad si quiera de haber sido responsables en sus estudios, pero son la excepción que nos empeñamos en hacer regla muchos adultos. Y en el camino dejamos mucha presión, demasiada frustración y alguna que otra infelicidad. Disfruten del camino, del deporte, del equipo… y del aprendizaje, porque no se puede pedir para el deporte algo que no puedas dar para la vida; nada como la placentera sensación del trabajo bien hecho, de entregar nuestro mejor esfuerzo.

¡Gracias, Kobe! Los ídolos, siempre entre las cifras y la huella.

“El Baloncesto es mi refugio, mi santuario. Vuelvo a ser un niño en el patio. Cuando llego aquí, todo es bueno”
Kobe Bryant
         Nadie detiene el paso inexorable del tiempo. Ni siquiera aquellas rutilantes estrellas cuyo brillo llega a provocar la vibración de millones de corazones. Llega el momento y, sencillamente, lo único que puedes hacer es saber afrontarlo con elegancia, altura de miras y agradecimiento. Llega el momento y puedes hacer que lo demás se compadezcan del final o, también –por qué no-, puedes hacer que conecten con ese agradecimiento sincero con el que algunos deciden mirar aquellos capítulos de su vida que pre-sienten su fin.
         “Querido baloncesto. Estoy preparado para dejarte ir”. Después de 20 años en la competición más exigente del mundo, 5 anillos de la NBA, 2 oros olímpicos y anotar casi 33.000 puntos, que lo sitúan como el tercer máximo anotador de la historia de la competición, Kobe Bryant decide dar un paso al lado. No creo que sea pertinente ni necesario reconocer su valor en comparación con otros magníficos jugadores –se lo dejo a los expertos, que yo no lo soy-, prefiero enfatizar algunos rasgos de su liderazgo desde un asiento lejano de la tribuna global desde la que algunos nos asomamos intermitentemente a la NBA.
         Bryant ha tenido tiempo de ser un buen y mal compañero, un ídolo o un demonio para los buenos seguidores del baloncesto, pero me parece necesario poner en valor algunos aspectos de su trayectoria:
1.   Gestión del talento. Aparecer con 17 años en la NBA solo está al alcance de unos poco escogidos. El talento se abre paso a base de trabajo, constancia, tenacidad. En Bryant tanto talento hubiera sucumbido sin un trabajo metódico y disciplinado.
2.   Gestión del tiempo. Llegar puede ser tan sencillo o difícil como salir por la puerta de atrás a los pocos meses. No se trata de un partido, un par de temporadas o un título que las circunstancias traen. Una trayectoria de 20 años, a pesar de la decadencia de las últimas, no engaña a nadie, y sitúa al deportista, a la persona, en su verdadero lugar ante ella misma y los demás.
3.   Gestión de las emociones. Parece difícil no haber tenido en tanto tiempo alguna declaración inoportuna o alguna que otra acción desafortunada, pero en Kobe hemos podido ver al deportista elegante que celebra exultante las victorias y encaja con la dignidad que puede las derrotas. Ningún ganador quiere respirar el aire que trae el fracaso, ninguno.
4.   Gestión de marca. Consciente del valor de la imagen y todo el impacto que esta supone en el olimpo del deporte de masas, Bryant ha sabido proyectar aquellos valores en los que cree. Al fin y al cabo, la marca personal es la síntesis perfecta –o imperfecta- entre lo que crees y lo que haces, entre lo que dices ser y lo que eres.
5.   Gestión del cambio. Somos lo que queda de cuanto hicimos; las relaciones que establecimos, la huella que dejamos, las emociones que suscitamos… somos, después de todo, el alma que, por todo ello y desde todo ello, forjamos. La vida no termina para Kobe Bryant, más bien se transforma. Creo que, por su manera de anunciarlo y compartirlo, tiene plena consciencia de ello, algo que podrá ayudarle en esta transición de capítulos vitales que vive.

El momento siempre llega, puedes prepararlo o no, pero llega. Cuando nos vamos de algún sitio muchos dicen que somos el recuerdo, prefiero pensar que somos huella; prefiero pensar que dejamos vida y no cifras en aquel lugar en el que, por encima de ganar o perder, reír o llorar, nos hicimos mejores. ¡Gracias Kobe!, ¡gracias, deporte!

La escuela transformativa. El cambio sistémico.

"La educación no es la respuesta a la pregunta. La educación es el medio para encontrar la respuesta a todas las preguntas "
William Allin
         Desde hace unos meses, las principales cabeceras generalistas de información vienen aumentando exponencialmente los artículos relacionados con la educación. Crece la Información y, al calor de ese fuego, crece también la opinión. Y celebramos que sea así; pues estaremos de acuerdo en la importancia y fundamento del asunto. Sí, nos jugamos demasiado, y movidos por intereses muy diversos, todos los sectores del tejido social parecen realmente preocupados por la calidad de la educación; todos por motivos y fines tan legítimos como insuficientes.
         Todos, absolutamente todos, los gobiernos, sindicatos, docentes, familias, empresas... podemos encontrar dificultades; podemos tener nuestros propios obstáculos, pero disponemos al mismo tiempo de aquellos retos y objetivos que nos proporcionan motivo, sentido, propósito y, sobre todo, camino. Lo decisivo es saber qué se quiere, dónde se está y cómo lo vamos a conseguir.
       
  En todo caso, si hay algo que me parece fundamental en el diseño de la estrategia, Que cada una de las partes implicadas reúna la generosidad suficiente como para poner en el centro de la misma al niño y al joven, verdaderos protagonistas de la apuesta. Porque si antes que los intereses particulares y objetivos potenciales de cada una de estas partes no somos capaces de ver la centralidad de la persona, lo que quiera que surja, surge podrido. Es Decir:
  1. Que los gobiernos -¡que pueden!- quieran y sepan ver la escuela más allá de posibles y potenciales votantes.
  2. Que los sindicatos -¡que pueden!- quieran y sepan ver la escuela más allá de conflictos laborales.
  3. Que el entorno de empleabilidad y empresas -¡que pueden!- quieran y sepan ver la escuela más allá de forjadoras de máquinas productivas para el sistema.
  4. Que todos los docentes -¡que pueden!- quieran y sepan ver la escuela más allá de un espacio de empleo con el que poder vivir.
  5. Que todas las familias -¡que pueden!- quieran y sepan ver la escuela más allá de un espacio útil para la planificación y organización de sus proyectos.
  6. Que todo el alumnado -¡que puede!- vea y experimente entonces la escuela como el lugar y el espacio en el que aprende, se desarrolla, interactúa y crece.


Se trata, quizá, de partir del desarrollo integral de la persona y no solo de la capacitación para los entornos de empleabilidad movedizos que se van creando. Se trata quizá de ir un poco más allá de esos intereses particulares; de no conformarnos con una escuela adaptativa y apostar de una vez por una escuela transformadora de la persona y transformativa del entorno; de una escuela que acompaña a la persona a descubrirse, a descubrir la realidad y a descubrir la posibilidad cierta de transformarla.

Será la prioridad de verdad y no solo una declaración de intenciones cuando los intereses de todos los agentes del cambio estén por debajo de los niños. Así, el cambio será posible si es sistémico, no solo técnico; será posible si de verdad pretendemos el desarrollo de una persona libre, crítica y comprometida. Solo hay una escuela mejor que aquella que es capaz de adaptarse al mundo; aquella que es capaz de transformar ese mundo.

Cuando no queda nada... Cuando necesitas todo.

"Si te acostumbras a poner límites a lo que haces, se proyectará al resto de tu vida. Se propagará en tu trabajo, en tu moral en tu ser. No hay límites; hay fases del límite, y no tienes por qué quedarte en ellas".
Bruce Lee
    “Cuando no queda nada…” Supongo que ahí empieza todo lo que significa y sintetiza un maratón, o al menos lo que he aprendido en los siete que he experimentado. Pero antes de que empieces a sentir que no queda nada, y que tu cuerpo y tu mente comiencen a enviarte las primeras señales de que te encuentras al límite -mucho antes- se libran las cuatro batallas decisivas para un maratoniano de toda condición y nivel competitivo.
         El maratón de Valencia, entre otras cosas, me ha enseñado esta síntesis que convierto ya en bagaje deportivo; pero también, y sobre todo, vital, pues no logro disociar el deporte de la vida; la vida del deporte.

1.   Una lucha con tu ILUSIÓN. (km. 1 al 12 aprox.).
a.    CONTEXTO. El ambiente es espectacular -18.000 corredores-, el día es maravilloso, la gente está entusiasmada, la ciudad está volcada con el evento… Los meses de entrenamiento te hacen llegar fuerte.
b.   MENSAJES. Entonces, los primeros kilómetros se convierten en una lucha para frenar tus ganas. Te sientes fuerte, poderoso, incluso se te pasa por la cabeza apretar algo el ritmo. “No te engañes con las señales que recibes del exterior y las tuyas propias” -piensas-, “queda un mundo, tranquilo; esto no ha hecho sino empezar”. ¡Cierto!
c.    CLAVES. Las sensaciones solas no pueden correr. No caer en la tentación de esa euforia que te rodea resulta fundamental. Claro que puedes llevar mejor ritmo, pero se trata del ritmo sostenido y asumible que te llevará hasta el km 42.

2.   Una lucha con tu CUERPO. (Km. 13 al 28 aprox.).
a.    CONTEXTO. Los grupos se han definido más o menos. Ya no reparas tanto en el exterior; solo de vez en cuando alzas la mirada para contemplar las calles y las personas. Efectivamente, las sensaciones en este tramo del maratón son diferentes. El cuerpo ya no va solo; ahora sientes que eres tú el que le mandas correr a ese ritmo. Y esa lucha con tu cuerpo es dura, porque tu cuerpo se defiende de esa exigencia. Y se lo va decir, de hecho se lo está diciendo ya a tu mente.
b.   MENSAJES. Ahora luchas con tu cuerpo. Tratas de negociar con él y llevaros bien. “Venga, vamos, ese es el ritmo, chaval, vamos” –te repites-, “¡qué bien vas, qué bien vas; este es el ritmo, venga!”, “Esto no va como quiero”, “Venga, km a km, vamos!, ¡está en tus piernas!”.
c.    CLAVES. El cuerpo te va a llevar a la meta; pero empiezas a comprobar que no será él el factor decisivo. Queda una tercera parte y los síntomas de frescura se han evaporado. El cuerpo empieza a limitarte y, lo que es peor, ha llamado a la puerta de tu mente para que te dé un toque de atención e incluso si es preciso, desistas de tu propósito. Tranquilo, no será tu cuerpo el que te lleve solo. Supera ese espacio…


3.   Una lucha con tu MENTE. (Km. 29 al 38 aprox.).
a.    CONTEXTO. No hay grupos ya, o al menos, yo he perdido a los míos. De vez en cuando adelantas o te adelanta alguien con el que vas haciendo el recorrido. Ya te da igual correr en Valencia con 18.000 almas, en Singapur o en la Subbética cordobesa con 75, como el último que corrí. Ya corres dentro de ti. Lo de fuera es una realidad casi virtual, porque la lucha ahora se celebra no en las calles, sino dentro de uno. Una lucha nada perecida a nada.
b.   MENSAJES. Ahora sí; se trata de negociar con tu mente. En este momento, aunque suceda dentro lo decisivo, toda voz de aliento se convierte en un mensaje imprescindible. Te llaman por tu nombre y, de pronto, alguien que no conoces te mira a los ojos y te imprime el aliento y la energía que no encuentras. “Vamos, Gaby, tú puedes!, ¡Ánimo campeón, ya queda muy poco!” –aciertas a escuchar-. Y ese es el mensaje ganador, el mensaje anónimo que haces tuyo, frente al ruido interior de desgaste que martillea el alma. “No puedes, para”, “Está bien lo que has hecho, pero esto es inhumano; no te lo puedes exigir” y quizá sea cierto, pero tan cierto como “Voy a llegar, dame esa fuerza, porque voy a llegar. Me has llevado otras veces… Paso a paso, metro a metro, zancada a zancada”
c.    CLAVES. No solo tu mente, que también se encuantra al límite, te va llevar a la meta; apenas quedan unos cuatro kilómetros para llegar. Tu ilusión del principio, tu cuerpo y tu mente no se han ido; están contigo, pero ellos han hecho su valioso trabajo. ¿Qué queda, entonces?

4.   Una lucha con tus EMOCIONES. (km. 39 al 42 aprox.).
a.    CONTEXTO. La gente no para de animar, y en algunos metros te lleva en volandas en un pasillo en el que apenas caben dos o tres corredores. Espectacular, emocionante la sintonía entre ciudad, carrera, gente y corredores. La Ciudad de las Artes  y de las Ciencias pregona la meta. No queda nada dentro, ¡nada, absolutamente nada! Pero te encuentras ahí, dando lo que no tienes, y descubriendo la grandeza y la miseria de la hermosa condición humana en un cara a cara con sus límites.
b.   MENSAJES. No hay más que reír y llorar. Te lleva tu corazón; te lleva tu alma; te lleva tu nada y te lleva tu todo. Te lleva sentir a quienes amas y están y a quienes amas y ya no están. Están todos y entran contigo. Al final, la vida, como el maratón, es el todos vibrante y encendido que generamos dentro cada día. Esa fuerza…
c.    CLAVES. Amo mi frágil humanidad y la de quienes me enseñaron y enseñan a amar el esfuerzo, la lucha, la celebración de la vida y el sentido de dar lo mejor en cada instante, ¡lo mejor, siempre lo mejor!
 

Hasta aquí Valencia 2015. Vendrán más retos como vienen más días. Gracias a quienes han estado conectados en algún momento desde el inicio hasta hoy. Distantes o cercanos, sois parte fundamental de alguna manera de ese "todos" que generamos y resuena dentro. Hay algo que compartir por propia experiencia: Cada maratón te entrega más de lo que te quita, mucho más.

"Calentando motores". Horas antes del maratón de Valencia 2015.


La luz te absorbe cuando llegas a Valencia. El sol, incluso en noviembre, besa de verdad, sin capricho ni estridencia, pero con la ternura serena de quien seduce confiado. Ya no hay marcha atrás; ni quiero que la haya. Han sido cuatro meses y medio – 18 semanas, o lo que es lo mismo, 118 días – en los que no ha faltado la ilusión, pero tampoco las pruebas, con unas últimas semanas en las que no había horas del día decentes ni con la suficiente fuerza para entrenar lo conveniente.
Ningún maratón se parece a otro; he de confesar que tampoco su dura preparación, por mucho que se parezcan su planificación. Después de estrenarme en Madrid, terminar cuatro en Sevilla y uno en la Subbética Cordobesa, afronto mi séptimo maratón como los otros, algo nervioso en la previa, pero confiado en la energía de la experiencia. Posiblemente no duerma bien; me ha venido ocurriendo la noche de antes en los seis anteriores. Pero antes de tumbarme definitivamente en la cama del hotel, me encantaría compartir algunas cuestiones previas con vosotros, sensaciones de esos momentos en los que las horas se consumen lentas anunciando el disparo que nos lance a unas 18.000 almas maratonianas.

1.   PLANO FÍSICO. La última semana bajas el ritmo de entrenamiento ostensiblemente, por lo que corres el riesgo de escuchar demasiado a tu cuerpo. Todo lo que te dice es verdad, ¡todo!, tanto si es bueno como malo, pero al final todo es interpretable e interpretado. APRENDIZAJE PERSONAL: No pienses, déjalo estar sin importancia. Aprende a no elaborar pensamiento de sensaciones que no puedes controlar… Tu cuerpo te llevará a la meta como te ha llevado al final de cada entrenamiento.

2.   PLANO MENTAL. La lucha puede ser muy interesante. Tu mente te hace ganar o te hace perder; puede ser tu aliada o tu enemigo en estos momentos. Demasiado ruido solo contamina. APRENDIZAJE PERSONAL: Cuida cómo te hablas; qué mensajes te lanzas; qué frases te repites; qué imágenes visualizas… Tu mente te llevará a la meta como te ha llevado al final de cada entrenamiento.

3.   PLANO EMOCIONAL. La energía del ser humano tiene un soporte emocional fundamental. El contacto con personas que forman parte del grupo de nuestros “ángeles emocionales” resulta decisivo en estos días y horas previas antes de correr el maratón. APRENDIZAJE PERSONAL: Viaja en equipo o con tu pareja, con algunos amigos. Si lo haces solo, que sea por decisión personal y por razones de peso. Distraerte, estirar, respirar distinto, nutrirte de sensaciones positivas resulta clave. Tu corazón te llevará a la meta como te ha llevado al final de cada entrenamiento.
    Y disfruta, disfruta todo lo que puedas. He experimentado que en un maratón cabe toda una vida, y las personas que la ocupan. Somos nuestros hábitos. No me considero mejor o peor que el resto por correr maratones, pero sí vivo en la certeza de que no me guardo nada para cada instante de esta vida que alguien me regaló. ¡A por el séptimo! Me gusta el número. Fuerza a todos los participantes; el verdadero premio es el alma que forjas, amigo maratoniano.

El precio del paraíso. Presentación de "Te protegerán mis alas".

“Vine a la luz un día impreciso en un lugar indeterminado. Mi madre me parió con tanto dolor que se dejó la vida en el intento”
Wentinam, protagonista de Te protegerán mis alas.

Puede parecerlo a fuerza de ser contada, a fuerza de ser revivida, pero no, por mucho que se parezcan unas historias a otras, no somos la historia que se repite; somos, más bien, la historia que se abre ante nuestros pasos, ese espacio y ese tiempo que se nos concede, aquel que incluso puede llegar a salvarnos.
Personalmente, no le supongo un ejercicio más noble al escritor que el de destellar historias; el de derramar emociones como se derraman las gotas de un perfume que parece traernos la misma eternidad prendida en su efímera fragancia de palabras e historias que cobran vida. Quizá sea esa, la vocación de toda novela, de esta novela, de la mejor y más alta literatura: traernos aromas de eternidad a un mundo que lleva cosido a su alma ese anhelo… Eternidad.
Nos adentramos en una novela que deslumbra con su historia por muy frágil y tenue que su luz parecer pudiera, una novela que derrama emociones nada más abrir la primera de sus ardientes páginas. Una novela que regala una intuición: a cada ser humano nos corresponde un sueño, y a cada sueño, un propósito; a cada sueño y a cada propósito le corresponden un ángel y un par de alas. Así sucede con Wentinam; y llego a pensar que, como le ocurre a nuestro protagonista, todos tenemos un ángel a nuestros pies desde que nacemos, aunque solo algunos lo ven y solo unos pocos lo reconocen.
Hay en la impronta creativa de José Miguel una habilidad muy singular para ganar el espacio y conquistar el tiempo para su novela. Así, el relato crea su espacio y su tiempo para dominarlo, recreándolos al calor de un estilo narrativo fresco, directo, generoso en imágenes y transparente en la riqueza conceptual de metáforas siempre oportunas. Se adentra el lector en sus páginas a golpe de palabras como latidos, de latidos como palabras que se agarran a la vida con esa fuerza de quien parece nacer cada día y morir cada noche.
Hay también en el texto adjetivos adheridos a la esencia de los nombres a los que incendian con su fuerza evocadora; adjetivos que cortejan a los nombres, adjetivos atrevidos y provocadores en su deseo de poseer la realidad sustantiva. Adjetivos sencillos, oportunos, vibrantes, sonoros; adjetivos convocados para asaltar una y otra vez la tibieza a la que hemos condenado a los nombres a fuerza de escucharlos. Hallamos proporción y ritmo, una suerte de cadencia expresiva que se forja con la chispa y el fuego de verbos exactos, palpitantes.
José Miguel es filósofo; no puede, aunque lo quisiera, esconder ni disimular esa devoción casi mágica por el poder del lenguaje. Ni puede esconder esa inercia creativa tan suya en la que el lenguaje importa; porque no es un instrumento más; se trata de un soporte esencial que hace y construye cosmovisión, que regala y genera mundo, concepto... y, por tanto, vida. Hay, de hecho, expresiones y palabras en el autor de TE PROTEGERÁN MIS ALAS que ya son forman parte de su propio estilo literario.
José Miguel es teólogo. Un sentido providente de la existencia sortea todo tipo de escenarios que asaltarán al lector sin apenas respiro ni solución de continuidad. El tiempo que sucede como línea inevitable (CRONOS), termina por caer rendido en los brazos maternales del tiempo que se revela; del tiempo que se abre como descubrimiento, como desafío, y también como oportunidad (KAIRÓS). Y de ese modo, entrelazado a un vitalismo descarnado, desnudo, deposita nuestro autor en sus personajes toda la libertad para las decisiones, la misma libertad que se torna en peso, con esa fuerza de gravedad que solo soportan los seres humanos que parecen vivir con la fecha de caducidad tatuada en la espalda.
Y José Miguel es escritor; articulista elegante, ensayista profundo y propositivo, pero inconformista a la vez ante las lecturas planas de la realidad entre las que se adormece y –quién sabe si se marchita- una parte del mundo quizá desapasionado, anestesiado; una parte del mundo que deambula buscando la parte del alma que perdió en alguno de sus caminos.
Pero ahora nos detenemos ante el novelista apasionado, quizá en el poeta que encuentra acomodo y proyección en la prosa; acaso en el narrador capaz de seducir a la poesía para intensificar la luz de las palabras, para perfumar la presencia de los sintagmas con los que impulsa relatos de fuego y vida… Y lo hacemos disfrutando de su madurez estilística y su compromiso con la realidad. De afilada técnica y ritmo vibrante, José Miguel ya reúne en sus escritos alguno de los rasgos de los grandes autores, que siendo previsibles en su estilo, se muestran, después de todo, desbordantes en sus historias, historias que ponen a nuestros pies para provocar nuestros pasos, en nuestros ojos para transformar nuestra mirada, y en nuestro corazón para –si así lo permitimos- agitar nuestras entrañas.
Escribía Octavio Paz: “Las masas humanas más peligrosas son aquellas en cuyas venas ha sido inyectado el veneno del miedo”. ¿Qué se puede esperar de quien ha mirado al miedo a la cara, de quien ha sostenido la mirada ante sus negros presagios o de quien ha desafiado a los días oscuros o a las horas marchitas que anuncian desgracias, más desgracias?, ¿qué cabe esperar de aquellos que no olvidaron las palabras de una madre porque ni siquiera tuvieron la oportunidad de escucharlas, de quienes robaron los besos al viento, lanzaron sus lamentos a las estrellas o reclamaron las caricias de la luna, porque no disponían de más techo que el abismo siempre inmenso de un cielo abierto?, ¿qué cabe esperar, finalmente, de quienes dieron la cara hasta partírsela por la dignidad que otros le negaron o arrebataron; de quienes derrotaron todo lamento y saltaron la valla de la opresión, dejándose la piel y hasta parte del alma en su intento; de quienes cruzan cada día un mar como si cruzaran del infierno al cielo?
Y es ahí, justo en esa tensión narrativa y su vaivén, donde se sostienen impolutos y desafiantes unos renglones hechos versos para que alguien recuerde; las historias de quienes son devorados por la historia, de cuantos son arrojados al agujero negro de la pena, la desmemoria y el olvido. Ahí, donde ya no quedan lágrimas por derramar, y la risa y el llanto unen caminos y destinos, ahí es donde navega la historia de Wentinam, de Abalogam, del padre Antonio, Dominique, Margueritte, Arsene, de Fátima o de Pedro, entre otros... de esa incandescente galería de personajes elevados por el poder del encuentro sincero, de encuentros tan profundos y auténticos que ni calculamos el beneficio ni reparamos los daños.
En definitiva, personajes atrincherados en sus desvelos, presos de sus sombras y esclavos de sus anhelos, a veces soñadores despiertos empujados por un extraño vértigo; personajes que pagan el precio de vivir con monedas de sangre y billetes de fuego; personajes, al fin y al cabo, para los que vivir es a veces un juego y a veces un mal sueño. Personajes para los que vivir es a veces es pisar fuerte, y la mayoría… llegar adentro.
Nos regala el autor con esta novela tan rotunda, esa habilidad de artesano con la que explora el alma humana, sus recovecos más ocultos, allí donde la alegría ensancha el alma, allí donde también luchamos con nuestro tormento; nos regala esa forma tan suya de recorrer lo escarpado de cada personaje, las aristas de su carácter o las oquedades de sus adentros. Hay en la obra, ciertamente, el placer de pasear lo insospechado, lo inhabitado, y de transitar incluso lo intransitable. Mantiene su prosa el eco lírico de los primeros poetas románticos, portadores de la energía más rebelde y vitalista. Pero subyace en cada línea, la lanza afilada y ardiente del realismo más social y subversivo; quizá, el verbo encendido e incendiario de las batallas que estallan dentro y se luchan fuera.
Cada encuentro que acontece en la novela no deja de alumbrar una noble y encarnizada conquista; asistimos a encuentros que son batallas, batallas que no tienen otro propósito que rendir el corazón del otro. Hay, para ello, riqueza y amplitud en el bagaje discursivo del autor. Amplitud por la oportunidad de encontrarte un relato cosido con el hilo de descripciones serenas y precisas, con una enjundiosa carga visual que coquetea con el arte cinematográfico. Y un discurso que muestra riqueza con la calidez de unas conversaciones que tan pronto desprenden la placidez de los instantes serenos como las turbulencias de sus escenas trepidantes; un discurso y un relato que, a pesar del ritmo que generan, dejan un hueco al lector para ocupar el tiempo y el espacio mágicamente creado.
         En José Miguel, la palabra se encuentran y se funden para mostrar una comunicación personalísima, envolvente, capaz de crear una atmósfera única, reconocible, y desprender con ella un aroma ya genuino que refresca algunos de los temas que vertebran el conjunto de su obra: el destino, la fe, la Providencia.
El destino se forja. Y ese forjado lo provoca nuestra actitud vital, nuestra palabra y la acción de nuestra pequeña historia para la gran historia. La lucha valiente de cada ser humano libra con sus márgenes, que contribuye decisivamente a la lucha de la humanidad con los grandes márgenes impuestos y concedidos. Solo entonces emerge el sentido providente de la existencia para rescatar al personaje del oleaje inhóspito de los días, de la imprevisible tormenta del océano que es la existencia.
Quizá hoy es la historia de Ventinam como la de un nuevo Moisés que al principio desconoce, niega y hasta reniega de su origen; que huye hasta el desierto para escapar de los miedos; hasta que una revelación providencial derriba los muros levantados. Quizá Wentinam como un nuevo Moisés que rompe las cadenas y sale de la tierra que lo hace esclavo y le roba el alma y su destino; que atraviesa el desierto y sus penurias hasta, después de una titánica travesía, respirar profundamente el aire que trae la tierra prometida que ya se divisa. Wentinam como un nuevo Moisés que nos interpela y nos provoca, que horada el alma de quienes nos empeñamos en sentenciar qué es la tierra prometida: ¿el lugar al que se llega o el lugar que tu vida, tus desvelos, tu lucha merece y que, en consecuencia, tus descendientes disfrutan? Tuvo Moisés como tiene Wentinam, el anhelo y el reto; la lucha…, y en ella su premio.
Después de todo, cuando las negras sombras nos acechan, solo nos queda la fe, aquello que nos impulsa a dar el salto sin tenerlo todo atado; aquello que nos empuja a no medir la distancia del salto porque ya no queda más suelo; porque ya no queda nada más que perder una vez que todo te ha sido arrebatado. Entonces compruebas, como sucede con Wentinam, que no hay desiertos intransitables, sino motivos inconsistentes.
Siento, que TE PROTEGERÁN MIS ALAS es la historia de un robo, de alguien que posee esa capacidad en desuso para movilizar tu corazón y cambiar el orden de tus latidos. La historia, por mejor decir, de quien secuestra por unos instantes tu corazón para devolvértelo instantes después siendo ya otro.
Novelas como esta hacen que sientas que no callarán la historia de los que no tienen voz, ni silenciarán el alma de quienes gritan en el silencio de la noche; no lo harán porque, hoy, como siempre, la providencia se hace hueco en nuestros días para susurrar al oído la melodía de sus promesas.

Te protegerán mis alas, José Miguel Núñez. Ediciones Carena. Barcelona, 2015.

El caso "VW" o cómo recuperar la confianza.

“Generalmente, ganamos la confianza de aquellos en quien ponemos la nuestra”
 Tito Livio.
            Podríamos discernir sobre los factores y valores que llevan a empresas y organizaciones al éxito completo: competitividad, calidad del producto, comercialización, atención al cliente, capacidad de innovación, política de recursos humanos… Difícil jerarquizarlos, ¿verdad? Nos quedamos con todos ellos y otros más que se te han ocurrido mientras los leías. Después de todo, la realidad de las organizaciones es orgánica, viva, dinámica.
Me atrevo entonces a compartir que, por esta y otras razones, es la credibilidad el valor esencial de las organizaciones, de todas en su conjunto, especialmente de aquellas orientadas a la actividad comercial. A fin de cuentas, todo se compra y se vende, todo es transacción, en la mayor parte de las ocasiones monetaria; en algunas otras, es tiempo, incluso implicación emocional, lo que marca el valor de muchas de las transacciones de hoy. De ahí que el caso “VW” haya hecho estallar algunas de las costuras del tejido comercial que une a organización y cliente.
Cuando la credibilidad se quiebra lo hace por una fisura en la confianza existente entre las partes. Ocurre del mismo modo en la pareja, con los amigos, la familia… Si verdaderamente hay algo complejo de recuperar en las relaciones es la confianza, el activo más poderoso que alimenta el valor de la credibilidad. La tarea que Matthias Müller emprende junto a sus 600.000 empleados es delicada, por lo que todas las organizaciones, CEOs y Escuelas de Negocios tienen a Volkswagen en el punto de mira de sus particulares “observatorios”.
Posiblemente, la recuperación de la confianza requiere de un proceso dilatado en el tiempo, con fases bien delimitadas y objetivos muy concretos para cada una de ellas, internas y externas, algunas con necesidad de alta visibilidad y otras con menos.

1.   SENTIR EL GOLPE. Es necesario experimentar la caída, hasta tocar el suelo de la situación, no porque nos guste sufrir, sino para salir desde donde la realidad exactamente te ha llevado, ese lugar y sensación precisa. No hacerlo desde la situación adecuada te puede hacer trazar una estrategia con altas probabilidades de desajustes.


2.   DECIDIR LA ESTRATEGIA. Se necesita una hoja de ruta compartida que demarque el inicio y proyecte la situación deseada. Y entre estas, las diferentes fases que contribuyen a acercarnos al objetivo final, con sus correspondientes acciones, responsables y tiempo.


3.   CAMBIO en el LIDERAZGO. Puede cambiar la persona, pero si no lo hace el modelo de liderazgo, vamos a conseguir poco. Una organización opta por un modelo, que, por supuesto, se encuentra en una persona y un equipo que lo hacen posible.


4.   GESTIÓN de la COMUNICACIÓN. Resulta fundamental la estrategia de comunicación; decidir la política de relaciones internas y externas. Con ellas se fortalece o debilita la red interna de la organización y las alianzas y/o acuerdos con los diferentes entornos. Ha de hacerse visible el cambio; ha de compartirse para ser conocido, respetado, valorado...


5.   EVALUACIÓN y RE-ADAPTACIÓN de las FASES. Emprendido el camino, no hay que temer cambiar; mostrarse lo suficientemente flexible y elástico para afinar la estrategia. La evaluación no es una cuestión del final del proceso, sino que es un factor aliado del que nos servimos tras la experiencia y resultados de cada fase.


6.   TIEMPO y CONFIANZA. Has apostado por un proceso que necesita su tiempo. Generar ese espacio de confianza y fe en lo establecido será determinante. Hay que tener en cuenta que habrá elementos que dependan de la organización, y otros… de la otra parte, aquella que, en mayor o menor medida, se ha sentido defraudada.


El caso “VW” no será el primero y el último que ponga sobre la mesa el reto de la recuperación de la confianza. Todos somos vulnerables, lo son también las organizaciones y equipos que están formados por personas; todos –buscado o encontrado- transitamos algún desierto. Siempre he creído que el reconocimiento de la vulnerabilidad es el principal síntoma de fortaleza de las personas; no creo, sinceramente, que sea muy diferente en el mundo de las organizaciones. ¿Qué valoraban en su marca? Ahí, quizá empieza todo.