Inspirado
por mi amigo Sergio Fernández Guerrero,
un
alma intrépida que se agarró a la cocina como quien se agarra al canal de la
vida que le permite repartir entusiasmo y contagiar vitalidad.

Hasta
ahí, todo normal; con las incidencias y vivencias propias de cada verano. Pero,
de pronto, un huracán entra en juego y
hace volar la imaginación y saltar la creatividad y el entusiasmo. Ya lo
conocemos quienes convivimos con él durante alguna semana cada verano. Sergio es incandescente; brilla pero no
quema; su chispa prende, incendia, pero, lejos de devastar el territorio que
pisa, lo revoluciona, lo mueve a la acción dentro de ese campo magnético que crea
su personalidad arrolladora y cercana. Todo lo que emprende desde que asoma
por la playa es pura acción y derroche adrenalínico.
Y
esta vez no se conformó con alguno de sus improvisados juegos en el agua. El reto
que le propuso a una veintena de niños era nada más y nada menos que programar,
preparar, servir y recoger una cena a un número limitado de adultos. La idea
cobró poco a poco fuerza y la cuenta atrás acababa comenzar. Valores como el trabajo en equipo, la distribución
de roles, funciones y responsabilidades, la necesidad de coordinación, el
respeto o la valoración del trabajo de cada uno y de todos saltaban a la vista
desde el primer momento. Cocineros, camareros, relaciones públicas, maîtres,… y todo tutelado por un
magnífico y distinguido profesional de la cocina y la motivación como Sergio
Fernández Guerrero.
Y
programaron su menú:
· Entrante: Salmorejo con
tartar de langostinos y dátiles.
· Primer plato: Bacalao
confitado con crema de patata y aceite de trufa.
· Segundo plato: Solomillo a
la plancha con cebolla confitada, espárragos trigueros y ciruelas.
· Postre: Sandía y mango
con crema de yogur y azúcar glace.
· Y
todo regado por magníficos vinos de la tierra.

Muchos de ellos aún no tienen claro que quieren
ser de mayores, pero bueno, quizá el mundo tampoco sepa a estas alturas que les
aguardará a ellos, qué horizontes les tiene reservados o qué tipo de profesiones
podrán llegar a elegir. Pero eso ahora puede que importe poco o nada; lo
que verdaderamente importa es la experiencia de ser un grupo, un grupo muy diverso
y variopinto que ha tenido que ponerse de acuerdo para alcanzar un objetivo
común y compartido. Un grupo que, por
unos cuantos días, ha tenido que convertirse en EQUIPO y respetar unas reglas,
valorarlas, apoyarse, tomar decisiones, trabajarlas, e incluso disfrutarlas.

Gracias,
Sergio, por tu carácter y tu humanidad. Estos días la cocina fue una magnífica
excusa para transmitir unos valores a un
grupo de niños que tendrán que interiorizarlos para crecer, relacionarse y,
sobre todo, poder ser ellos en cualquiera de los escenarios que su vida les
depare o ellos se construyan. Todavía son niños, sí, pero al fin y al cabo seres humanos, protagonistas de sus creatividad y sus sueños, a quienes nada les impide
vivir lo que les hace mejores que ellos mismos antes de cada experiencia.
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