Fue al término de una sesión de trabajo físico muy
exigente en el ecuador de la pretemporada. Ejercicios integrados y combinados
con balón; estímulos continuos y cambios de actividad. Fuerza, resistencia,
elasticidad; solos, en pequeños grupos… Magnífica planificación y conducción
por parte del Preparador Físico bajo la supervisión del entrenador. No lo
decidimos, pero ambos permanecimos en el campo mientras todos se iban retirando.
Dejamos primero sitio al silencio y en seguida surgió la conversación en el césped. Se
le notaba preocupado porque creía que faltaba algo; que no veía ciertas cosas
necesarias y la temporada arrancaba en apenas dos semanas… y entonces se soltó.
-No sabría decirte bien –sostuvo dubitativo-;
quizá convicción, no sé si entusiasmo, o confianza… El caso es que los veo
serios… Sí, puede que sea eso: serios, como si estuvieran tristes, tensos.
-¿Y qué te preocupa de eso? –le reformulé.
Entonces su mirada se perdió en la lejanía del campo como si quisiera escrutar
en el horizonte la respuesta.
-Lo que quiero es que todo salga bien… -sentenció
devolviéndome de nuevo la mirada.
-¿Todo?, ¿bien? -No pude ni quise reprimir mi
sonrisa, pero tampoco dañar la complicidad y el respeto que nos profesamos.
-Ya sabes, todo lo marcan los resultados; este
mundo es así de caprichoso. Pocos ven el sacrificio y el trabajo que hay
detrás. Si luego el balón no entra…
Desde que su mirada buscó en la lejanía supuse que
se trataba de algo relacionado con la seguridad de los resultados y la incertidumbre del camino; el
tenerlo todo bien atado; haber planificado y realizado un trabajo de precisión
casi milimétrica y empezar ya a ver muy cerca la competición, donde se introducen las
variables que no dependen solo de ti ni siquiera del grupo y, sobre todo, de ese
sometimiento al poder implacable de los resultados.
Tranquilo, entrenador.
No puede estar todo, absolutamente todo, en este momento. Estamos sembrando y
abonando el terreno y no podemos exigir la certeza de los resultados. Estas
claves pueden ayudarnos en plena pretemporada.
1. Limpia. La
pretemporada es la pequeña mochila vacía de cada uno y la gran mochila vacía de
todos. Intenta vaciarlas primero de todo aquello que robe espacio a lo que será
fundamental en la competición. Creencias, temores, inseguridades, prejuicios… No todo lo que traemos suma.
2. Llena. Comienza
a llenar las mochilas teniendo siempre en cuenta los cinco compartimentos:
físico, táctico, técnico, mental/emocional y relacional. A veces integrado;
otras con trabajo específico, pero no excluyas ninguna dimensión. La temporada
es muy larga y todas jugarán en la competición.
3. Señala. Visualiza
el conjunto del camino desde el principio, sitúa el momento de trabajo siempre
que puedas y trata de poner el foco en el instante de tal manera que todos
sientan la importancia del “aquí y el ahora”. A todos nos gusta distinguir el
destino e interiorizar la ruta. Nuestra entrega alcanza entonces más sentido. Crea alianza y aliados.
4. Motiva. Si
crees en lo planificado y la respuesta de tu equipo es satisfactoria, no cuestiones
en cada momento tu método o tus decisiones. Concédete espacio a ti y al grupo
para integrar todo el trabajo. Hay un momento para decidir, otro para trabajar
y otro para evaluar. Alienta y estimula a los tuyos; que observen y se contagien de tu energía y
convicción.
5. Implica y confía. No se
controla todo. Hay entre un 15 y un 20% de variables que no dependen de ti, ni
del grupo. Existen factores en la competición incontrolables; no pueden ocupar,
ni mucho menos nublar, tu visión y tu camino que, al fin y al cabo, es la de tu
equipo. Todo lo que suma en pretemporada, multiplica en la temporada. Todo lo que resta, luego divide. Sé lo que quieras que sean.
-¿Qué te gustaría que tuviera tu equipo; qué es
aquello que crees que no le puede faltar, míster? –tuve clara la pregunta tras
el silencio que nos concedimos.
-Supongo que dignidad, orgullo, confianza, sentido
de equipo, pasión por lo que hacen, superación en la adversidad… Son muchas
cosas.
-Entonces, deberías estar tranquilo y confiar en
tu trabajo. Supongo que no debes temer nada si lo ven en ti.
Empezamos a caminar hacia la boca de los
vestuarios. Una media sonrisa pareció instalarse en su gesto relajado mientras enrollaba
y desenrollaba entre su dedo índice la cuerda de su silbato gastado.
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