¡Gracias, Kobe! Los ídolos, siempre entre las cifras y la huella.

“El Baloncesto es mi refugio, mi santuario. Vuelvo a ser un niño en el patio. Cuando llego aquí, todo es bueno”
Kobe Bryant
         Nadie detiene el paso inexorable del tiempo. Ni siquiera aquellas rutilantes estrellas cuyo brillo llega a provocar la vibración de millones de corazones. Llega el momento y, sencillamente, lo único que puedes hacer es saber afrontarlo con elegancia, altura de miras y agradecimiento. Llega el momento y puedes hacer que lo demás se compadezcan del final o, también –por qué no-, puedes hacer que conecten con ese agradecimiento sincero con el que algunos deciden mirar aquellos capítulos de su vida que pre-sienten su fin.
         “Querido baloncesto. Estoy preparado para dejarte ir”. Después de 20 años en la competición más exigente del mundo, 5 anillos de la NBA, 2 oros olímpicos y anotar casi 33.000 puntos, que lo sitúan como el tercer máximo anotador de la historia de la competición, Kobe Bryant decide dar un paso al lado. No creo que sea pertinente ni necesario reconocer su valor en comparación con otros magníficos jugadores –se lo dejo a los expertos, que yo no lo soy-, prefiero enfatizar algunos rasgos de su liderazgo desde un asiento lejano de la tribuna global desde la que algunos nos asomamos intermitentemente a la NBA.
         Bryant ha tenido tiempo de ser un buen y mal compañero, un ídolo o un demonio para los buenos seguidores del baloncesto, pero me parece necesario poner en valor algunos aspectos de su trayectoria:
1.   Gestión del talento. Aparecer con 17 años en la NBA solo está al alcance de unos poco escogidos. El talento se abre paso a base de trabajo, constancia, tenacidad. En Bryant tanto talento hubiera sucumbido sin un trabajo metódico y disciplinado.
2.   Gestión del tiempo. Llegar puede ser tan sencillo o difícil como salir por la puerta de atrás a los pocos meses. No se trata de un partido, un par de temporadas o un título que las circunstancias traen. Una trayectoria de 20 años, a pesar de la decadencia de las últimas, no engaña a nadie, y sitúa al deportista, a la persona, en su verdadero lugar ante ella misma y los demás.
3.   Gestión de las emociones. Parece difícil no haber tenido en tanto tiempo alguna declaración inoportuna o alguna que otra acción desafortunada, pero en Kobe hemos podido ver al deportista elegante que celebra exultante las victorias y encaja con la dignidad que puede las derrotas. Ningún ganador quiere respirar el aire que trae el fracaso, ninguno.
4.   Gestión de marca. Consciente del valor de la imagen y todo el impacto que esta supone en el olimpo del deporte de masas, Bryant ha sabido proyectar aquellos valores en los que cree. Al fin y al cabo, la marca personal es la síntesis perfecta –o imperfecta- entre lo que crees y lo que haces, entre lo que dices ser y lo que eres.
5.   Gestión del cambio. Somos lo que queda de cuanto hicimos; las relaciones que establecimos, la huella que dejamos, las emociones que suscitamos… somos, después de todo, el alma que, por todo ello y desde todo ello, forjamos. La vida no termina para Kobe Bryant, más bien se transforma. Creo que, por su manera de anunciarlo y compartirlo, tiene plena consciencia de ello, algo que podrá ayudarle en esta transición de capítulos vitales que vive.

El momento siempre llega, puedes prepararlo o no, pero llega. Cuando nos vamos de algún sitio muchos dicen que somos el recuerdo, prefiero pensar que somos huella; prefiero pensar que dejamos vida y no cifras en aquel lugar en el que, por encima de ganar o perder, reír o llorar, nos hicimos mejores. ¡Gracias Kobe!, ¡gracias, deporte!

No hay comentarios:

Publicar un comentario