"No nos atrevemos a muchas cosas porque son difíciles,
pero son difíciles porque nunca nos atrevimos a hacerlas."
Lucio Anneo Séneca
El talento puede permanecer apagado
durante algún tiempo, puede esconderse o incluso puede verse recluido por la
razón que fuere, pero, más pronto que tarde, el talento estalla en las manos de quien lo reprime hasta expandirse en
el espacio que le dejan, o aquél que irremisiblemente se crea. Sí, incontrolable,
el talento termina por ocupar un determinado espacio y algo o mucho de tiempo. La
cuestión será si esa expresión de talento derramará todo su valor en la
estructura adecuada, será también quién o quiénes se beneficiarán de su desaforado
poder creativo.
Sea
como fuere, existe un concepto que el mundo de las organizaciones, el trabajo
en equipo más avanzado o la propia generación, impulso y desarrollo de
proyectos viene empleando con diferentes matices, pero con una riqueza
expresiva y conceptual que merece la pena analizar en aras de la salud de
nuestras estructuras organizativas: Intraemprendimiento.
Así,
aparece el término intraemprendimiento como
la capacidad personal o de un reducido grupo
de los equipos para provocar el cambio efectivo desde dentro de la organización.
Del espacio que las estructuras conceden al intraemprendimiento
depende buena parte, no sólo de la realización de ciertas personas que
conforman el equipo, sino también de la solidez dinámica de las organizaciones.
De este modo,
no parece tarea del todo imposible trazar el perfil de las personas intraemprendedoras dentro del complejo mundo
de las organizaciones:
1. Desafiantes. Lejos de mostrarse apesadumbrados
por una desconcertante realidad, viven los cambios de paradigma como una
encendida oportunidad para crecer, regenerarse, probarse, valerse, reinventarse.
Entienden el entorno movedizo como escenario de nuevas y mejores posibilidades.
Les apasionan los retos
2. Creativas. En medio de la tempestad más voraz o
el más improductivo de los desiertos, el genio de estas personas pasea con
humilde destreza por la cuerda que por suelo tiene. Cierta dosis controlada de
presión los vuelve aún más productivos y efectivos.
3. Fuertes. Ante la resistencia de un buen
número de quienes comparten camino –el miedo o los temores son inherentes
también al espíritu humano-, no decaen ni renuncian a sus convicciones, ni
tampoco dejan por ello de acudir al más desarrollado de sus sentidos, la
intuición. No les va la vida en el rol dentro del equipo, pero sí conceden la
máxima importancia a la posibilidad de desarrollar visión e impulsar ideas.
4. Leales. Conscientes de sus limitaciones,
pero también seguros de su valor -aunque no siempre del todo valorados-,
aprecian la misión de sus organizaciones, se sienten identificados con sus
objetivos más profundos (macrovisión),
y, pese a sentir la tentación legítima del cambio, la fuerza y la alineación
con la macrovisión de sus
organizaciones les mantiene entusiasmados.
5. Felices. En definitiva, se trata de personas
que de no concedérseles el espacio, lo crean. Dentro o fuera, como decimos, el
talento termina estallando como lava arrolladora e incontenible de un volcán. Y
en la posibilidad de esa expresión libre consiste su felicidad abierta y
dispuesta.
En cualquier
caso, en un entorno tan complejo y cambiante para toda estructura de equipos, el espacio que las organizaciones concedan
al intraemprendimiento resultará
fundamental tanto para la regeneración y actualización de los proyectos (microvisión) como para la captación, retención y desarrollo del talento,
el mayor capital de una organización con capacidad de adaptación, sentido de la
competencia, posibilidad de impacto y vocación de perdurabilidad.
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