"El que es incapaz de perdonar es incapaz de amar".
Martin Luther King

No existe el
perdón. En verdad, por duro que pueda parecer, no tiene entidad propia ni posee
capacidad alguna para representarse a sí mismo. Incapaz de elevarse por sí sólo,
el perdón es un satélite apagado que sólo luce esplendoroso cuando una estrella
emite su luz generosa y palpitante. No existe el perdón, como tampoco existen
para lo mejor quienes lo exigen o lo utilizan descontextualizado, apartado de
su esencia y desprovisto, por tanto, de su naturaleza y verdadero sentido.
Necesita el
perdón, como realidad, la matriz desde la que puede ser y expresarse en
plenitud. Necesita el perdón, como el caminante sorprendido por la noche en los
caminos, la certeza de saberse en los brazos más seguros y dispuestos, firmes y
resistentes, pero también los más tiernos y comprensivos. Necesita el perdón,
por tanto, nacer desde donde sólo puede crecer… para no morir en cada intento.

Respiremos y
expulsemos el aire contaminado que dentro podamos tener. El lamento, como la
queja, no es más que un suspiro que equivocó la dirección correcta, y muere dentro para
resurgir de nuevo. Rompamos esas pesadas cadenas que nos amordazan, que
reprimen cada intento de salir de ese desierto en el que deambulamos entristecidos. Se trata de liberar definitivamente nuestro
ser de todas esas pequeñas cosas que terminan por exclavizarlo.
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