La grandeza
del ser humano pasa por construirse en y desde su realidad vulnerable y frágil.
Cuando, por alguna razón, olvidamos esa incontestable verdad, jugamos a ser los
dioses que no somos. Huir de una constante o negarnos a integrarla con el propósito
de extraer de ella lo mejor obstaculiza buena parte del
desarrollo y evolución posible en la persona.
En una
sociedad competitiva, en una cultura en la que se valora el rendimiento extremo
y el resultado inmediato, el concepto de fortaleza ha ido ocupando notable
protagonismo. Pero en plena ceremonia de su entronización, hemos reducido su
naturaleza y concepto; en no pocas ocasiones hemos desvirtuado el sentido más
profundo de la fortaleza, el fundamento de su misión e, incluso, hemos
sobrevalorado su función como valor mediador, otorgándole un papel de
valor finalista que rara vez le corresponde.
Todo pasa por
la construcción de un sistema de fortaleza (Fortaleza Sistémica), en el que distinguimos y damos entrada tanto
a los canales como a los diferentes principios de fortaleza.
Los canales son la fuente de alimentación
de la fortaleza, como sucede con la sangre, existe una retroalimentación, un
efecto de impulsión que bombea y un efecto retorno que depura y purifica para
mantener el sistema en las mejores condiciones posibles. Contamos con cuatro
canales de fortaleza:
1. Mental. La fortaleza mental desarrolla aspectos como el poder de la razón, la profundidad de los motivos, el sentido de toda y cada acción, la consistencia de los argumentos que movilizan a la persona.
2. Emocional. La fortaleza emocional canaliza factores como la sensibilidad, la conexión empática con los motivos; vincula y compromete desde lo más íntimo y personal.
3. Física. La fortaleza física compromete a lo corporal para la causa. Los hábitos saludables, así como la preparación y el entrenamiento físico, contribuyen decisivamente en la configuración del sistema de fortaleza.
4. Relacional. Pone en valor la capacidad y fortaleza del grupo. Desarrolla la habilidad del individuo a la hora de comprometerse y comprometer al colectivo.
1. Mental. La fortaleza mental desarrolla aspectos como el poder de la razón, la profundidad de los motivos, el sentido de toda y cada acción, la consistencia de los argumentos que movilizan a la persona.
2. Emocional. La fortaleza emocional canaliza factores como la sensibilidad, la conexión empática con los motivos; vincula y compromete desde lo más íntimo y personal.
3. Física. La fortaleza física compromete a lo corporal para la causa. Los hábitos saludables, así como la preparación y el entrenamiento físico, contribuyen decisivamente en la configuración del sistema de fortaleza.
4. Relacional. Pone en valor la capacidad y fortaleza del grupo. Desarrolla la habilidad del individuo a la hora de comprometerse y comprometer al colectivo.
En cambio, los
principios corresponden a la
aplicación, al tipo de fortaleza, al modo en el que ésta se expresa como
energía. Algo así como el principio activo que decidimos opere en el canal. De modo
que cada canal puede albergar losdiferentes principios de fortaleza.
1. Reactiva. La fuerza reactiva mide el poder de reacción de la persona o el equipo, la capacidad de respuesta en la situación de cambio. Es una fuerza flexible y adaptativa, que orienta la aplicación de los otros dos principios.
2. Explosiva. La fuerza explosiva aplica intensidad. Tras la reacción, imprime el impulso, propulsa con vigor y decisión. Posee un alto alcance en un corto espacio de tiempo.
3. Resistencia. Esta fuerza desarrolla el esfuerzo sostenido y constante. Programa la intensidad posible en el largo plazo, en el más largo plazo que alcanzar pueda persona y/o equipo.
En la interconexión
e interdependencia de canales y principios de fortaleza se construye el sistema.
En la habilidad para integrar y gestionar tanto canales como principios de
fortaleza residirá gran parte de las posibilidades de personas y equipos. Sí, la
fortaleza, como tantas otras cosas, se construye.
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