"El objeto de la vida es más grande desde cerca y el de los deseos es más grande desde lejos"
Graciano
Comenzamos el año arrojados a su
orilla por incesantes olas de balances que amenazan la capacidad de las redes
sociales. Leemos y vemos de todo, incluso hay alguna de ellas que facilita todo
a un golpe de clic. Se comparten balances
agradecidos y balances por la tristeza bañados; compartimos balances
incompletos y también balances honestos; balances escuetos y versiones
extendidas –¡Dios mío!- que no parecen caber en un solo año.
En cualquier
caso, todo balance es necesario; su juicio suele ser sincero y su resaca creativa,
de manera que, cuando estos concluyen, todos los propósitos a los que deja paso
parecen buenos y generosos. Bueno, hay deseos que no siempre convertimos en propósitos.
Por qué… Parece algo fácil:
Hay quienes
esperan sentados algo bueno del año nuevo… y hay quienes tratan de buscar, de encontrar
algo mejor en el nuevo año.
Hay
quienes desean que su suerte por fin cambie… y hay quienes provocan a la suerte
de tal forma que esta se cansa y se rinde ante ellos.
Hay
quienes piensan que algo debe cambiar… y, sin embargo, hay quienes experimentan
que no hay nada más potente que el cambio que cada uno, dentro de sí, decide.
Hay
quienes se lamentan de que el mundo está podrido… y, a pesar de todo, hay quienes
se levantan para cambiar ese pequeño mundo que construye ese otro mundo más
grande. Hay quienes creen en la necesidad urgente de un corazón nuevo, mientras
los hay que se centran en acompasar el ritmo de cada latido.
Hay
quienes se quejan por tanto que no dejan sitio ni espacio –aunque solo sea un
poco- para ver algo de todo lo bueno. Siempre habrá motivos para un lamento,
como siempre habrá personas que vean más allá del color negro.
Supongo
que será cuestión de gustos, pero también de actitud y, sobre todo, de
decisión. Y así, me encanta que siga habiendo personas que, vencido este
tiempo, no solo lo deseen, sino que sigan teniendo una caricia para cada
bofetada; una sonrisa para cada lamento; un te
quiero para cada no puedo o una
mano para cada tropiezo.
Me emociona
que siga habiendo gente con buenos deseos un 31 de diciembre como un 19 de
enero; que no gastan su humor ni su ternura en los plazos previstos; que están
cuando se les llama; que tienen la fe de un amigo o que, a la hora de la verdad
y cuando hace falta algo más que una broma, disponen de un iniesta para cada piqué.
¡Un abrazo y buen
año a todos!
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