“Ningún
paso atrás supone el vacío; el vacío es otra cosa,
como no encontrar ya motivo, ni razón, ni emoción para seguir”
como no encontrar ya motivo, ni razón, ni emoción para seguir”
En Competir con el alma.
Cuando
una estrella comienza a apagarse emite una serie de señales inequívocas de que
un proceso irreversible se ha iniciado. Para cuando esto sucede, ya poco puede
hacerse más que tratar de gestionar la
luz que va quedando y te va abandonando por esa naturaleza obsolescente que
todo tiene. Aun así, se puede hacer bastante; quizá mucho, porque en la
mayoría de las ocasiones las personas
tenemos la opción de contribuir a acelerar ese proceso o, por el contrario, a ralentizarlo.
Cuestión de actitud, pero también cuestión de consciencia y estrategia.
Sucede
en muchos apartados de la vida; en la dimensión personal y profesional; en la
tarea individual o el trabajo en equipo. Sucede, por tanto, en el mundo del
deporte como en la realidad de la empresa; ocurre, al fin y al cabo, en la vida.
Y así podemos apreciarlo con un deportista tan influyente como Iker Casillas, que
desde que se apagaron los focos del Mundial de Sudáfrica y, sobre todo, de la
Eurocopa de Polonia y Ucrania, vive una situación singular, digna de análisis,
que no sólo le ocurre a él, pero que
bien nos sirve para plantear una realidad paradigmática que daremos en llamar El caso Casillas.
No vamos a
entrar en las causas, que en su mayoría seguro desconocemos, sino a en la
secuencia objetiva de síntomas que ponen
sobre la mesa las luces de alarma de una estrella que ha comenzado a apagarse.
Estos serían los ámbitos del análisis que te invitamos visualices en la
cantidad ingente de imágenes que del protagonista disponemos. Todos tienen que ver con la esencia del liderazgo
personal y de equipos, y buscan contraponer la situación antes de y después de...:
1. Comunicación. El número de
mensajes que Iker Casillas lanza a sus compañeros ha disminuido
exponencialmente tanto en la cantidad de estos como en la duración e intensidad
de los mismos.
2. Referencia. En situaciones
difíciles o límite ha dejado de convertirse en la persona buscada por todos sus
compañeros, dejando de ser la referencia natural.
3. Incidencia. Sus mensajes
han dejado de tener el impacto y repercusión tanto en su entorno más próximo
(equipo) como en el entorno más lejano (afición, prensa, impacto mediático…)
4. Corporalidad. La posición
de su cuerpo ha variado ostensiblemente. La cabeza inclinada, su barbilla hacia
abajo y los hombros normalmente caídos, junto con la mirada a menudo perdida, delatan
el daño que sufre su confianza.
5. Ánimo. No hay
rastro del carisma y el brillo desprendido. Y se echa en falta precisamente por
su antiguo y vibrante fulgor. Es él; no otro, pero bien parece una vela apagada
que desprende el frío y la tristeza de un invierno eterno.
6. Orgullo. El orgullo
te mantiene dando lo mejor hasta en la más adversa de las situaciones. Avanzamos
en el análisis, y por tanto debemos pensar que una estrella no se apaga del
todo, y si lo llega a hacer, queda en la memoria de todos los que disfrutaron esa luz intensa e inigualable que un día nos cegó.
7. Dignidad. La dignidad
es aquello que hace que te mantengas en pie cuando incluso sabes que todo está
perdido. Se trata de la capacidad innata del ser humano para preservar lo mejor
de sí; es lo que eres cunado ya no queda nada; todo lo que eres en el último
suspiro; todo lo que hace que te recuerden cuando ya te has ido. La dignidad es
innegociable. Somos nuestra dignidad y lo que entendemos y hacemos con ella.
El caso Casillas –insisto- no pretende sino
aprovechar la situación de un deportista, que no deja de ser persona, para
presentar la realidad paradigmática de la estrella que se apaga. Posiblemente
quede Casillas para rato –desconozco,
por supuesto, su proceso personal y todos los elementos que intervienen en él-,
pero nada dura siempre, aunque sí lo
necesario para ser consciente que es muy bueno. Puede afectar por igual a
un padre o madre de familia, al directivo de una organización o a un deportista
amateur o de élite.
Poder ralentizar
este proceso natural de apagado pasa por tener esa consciencia; y afrontar con
serenidad estas transiciones en las etapas personales y profesionales nos
concede tanta paz como merecemos. Atento a la sintomatología, reconócela y
encárala con todas las garantías y los recursos a tu alcance, que son
bastantes, muchos. Si no puedes hacerlo bonito, trata de hacerlo bueno. En cualquier caso, siempre queda la mejor opción: cuando la estrella se apaga, emerge la persona.
Gabino que bonito lo que has dicho de Iker
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