La suerte se construye. El arco, la flecha y la punta.

“Estamos aquí para darle un mordisco al universo.
Si no, ¿para qué otra cosa podemos estar aquí?”
Steve Jobs.
Nos rodeamos o nos rodean personalidades y formas de ser muy variopintas; espíritus de toda naturaleza, condición e intención. Y eso es algo decisivo para el ser humano, para la manera en que se construye y vertebra su estructura emocional desde que nace. Alguien decía algo parecido a que la persona se dedica toda su vida a huir o aprovecharse de sus tres primeros años de vida
En este sentido, la inmensa mayoría de las personas cree que la suerte es un factor que juega un papel fundamental en cualquier aspecto de su existencia, del mismo modo que hay un buen número de esas mismas personas que considera que la suerte es una realidad inabordable; una realidad sobre la que –“no debemos engañarnos”- podemos ejercer poca o mínima influencia.
Hay, con todo, un grupo que empieza a creer y, sobre todo, a experimentar que la suerte cuenta con nuestra complicidad, con nuestro aliento, con nuestra intención y con nuestro empeño por transformar cualquier realidad. Y es entonces cuando la suerte solo encuentra caminos que le conducen a un mismo y único destino, a ese lugar, a ese espacio que construyen aquellos que la desean, la buscan y la persiguen sin desaliento, al ritmo de los latidos que marcan sus sueños.
Sí, la suerte se construye. Puede que, después de todo, no venga; que no recibamos su visita o no nos otorgue su anhelada bendición. Pero quien habilita los caminos para su más que probable compañía eres tú, y ésa es la parte que solo a ti te toca y de ti depende. No sé si te has preguntado qué y cuánto haces por crear las condiciones para que se produzca esa visita… Es como si todos, sin excepción, dispusiéramos de un arco y unas cuantas flechas para lanzarlas al objetivo deseado.
1.   ¿Cuándo vas a coger de una vez el arco? Tú, como todos, tienes uno. El arco es querer lanzar al objetivo, no caer una y otra vez en los miedos al posible desacierto ni ser víctima de la inseguridad. Partes ya de no ser ni tener lo que buscas. Puede pasar una vida y tener el arco en aquella esquina de los objetivos no afrontados o los sueños no intentados. El arco, en el fondo, es tu alma, tu espíritu. El arco es todo lo mejor de ti aún no intentado, todo lo mejor de ti intentado sin la más auténtica convicción que llevas dentro.
2.   ¿A qué esperas entonces para agarrar la flecha? No sé el número exacto de las que disponemos. Supongo que no serán muchas, ni pocas… Pero sí sé que tenemos algunas, y que no van a quedarse en el carcaj. La flecha es el plan necesario que nos conduce al objetivo. La flecha conecta la persona con el sueño, lo vincula y lo hace posible por momentos; la flecha crea una estela apenas visible, mágica, que lleva todo el aliento y el alma del lanzador de sueños y el cazador de retos. La flecha arrastra el suspiro de quien suelta el aire como quien suelta un huracán de deseos. En el plan vas tú; el plan es parte de ti; eres tú trasladado, movido, conmovido, desprendido, suspendido… esperanzado después de todo, abrazado por instantes a la fe que todo logro necesita en última instancia. ¡Coge tu flecha, crea tu plan!
3.   ¿Cuánto tiempo vas a dedicar a afiliar la punta de la flecha? Al fin y al cabo, la puntería, siendo también fundamental, no es suficiente si la punta de tu flecha no se encuentra lo suficientemente afilada. La punta de la flecha es todo el talento oculto en el proceso, pero abierto con rotundidad en el instante final; la punta es lo necesario cuando ya se ha dado todo y queda el último impulso, aquel en el que no muchos reparan por la poca fe en llegar hasta ese momento final. No dejes de afilar la punta de tu flecha solo porque pienses que será difícil alcanzar el objetivo. Ten fe; más fe.

Sí, la suerte se construye, más allá de que no tengamos el poder y el control de todas las condiciones que la hacen posible. Puede que la suerte sea zalamera, algo caprichosa, a veces arrogante, esquiva, otras cercana y generosa. Aun así, construye con fe el camino que le conduce hasta el lugar que deseas, es la parte que de ti depende y –quizá- ella espera. Hay quienes le habilitan senderos a la suerte, y los hay quienes le construyen autopistas.

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