“Yo
prefiero pensar que el cambio está en nuestras manos y en la ilusión que
tengamos. Si uno no cambia, el mundo no cambia.”
Marc
Vidal.
Sea como
fuere, el poder de los sueños, y cuanto provocan a su alrededor con ese
inconfundible impacto con que afectan a la realidad, permanece proporcionalmente
unido al deseo de materializarlos. En un mundo complejo en su ambivalencia,
muchos nos demuestran que donde hay pasión hay sueños, donde hay sueños retos;
y es precisamente de los retos desde donde surge la incontenible fuerza del
emprendimiento y la innovación.
Con un
sugerente dominio de la fórmula divulgativa, y aupado por el fino pragmatismo
de su narración, Marc Vidal invita a la superación de los propios miedos, de
modo que pueda la persona encararse al freno que siempre ha supuesto el miedo
al error, el pánico al fracaso. No se trata de ser más grande, quizá pueda
tratarse de asomarse desde otra altura, desde esa ventana que presente la
realidad como la excelente oportunidad en la que puede convertirse. Así visto,
el error, después de todo, no es más que un dato que puedes utilizar en tu
beneficio.
Desde este
enfoque, en el necesario análisis del entorno que toda acción emprendedora
impone cobra especial relevancia el
observador que somos, pero también el observador en el que decidimos
convertirnos. El observador que provoca cambio –innovación- lo ha impulsado primero
en sí mismo para poder impulsarlo posteriormente en la estructura. Se trata de la
flexibilidad interna necesaria, lo que los expertos denominan neuroplasticidad, cuanto pro-mueve a la
decisión de innovar sobre sí mimos para innovar en la estructura, en los
proyectos, en el producto… Después de todo, como expone el autor, en esa paradójica
diferencia entre lo que eres y lo que pareces, “la innovación sólo es
innovación si el mercado la acepta”.
En cualquier
caso, cuando sientes que tu tiempo se entrega a algo más que un empleo, todo
adquiere otra dimensión. Hacer posible tu propósito o advertir un sentido en tu
acción, hace que toques esencia y, por
tanto, desprendas irremediablemente pasión. Es entonces cuando asoma el talento
y transforma todo aquello que alcanza; cuando, por efecto contagio, suma otros talentos a la causa
común del desarrollo; es entonces cuando se establece una
conexión creativa y resplandeciente, que establece una red poderosa y expansiva:
el volcán en erupción que es el talento corporativo.
La innovación
está en el alma de los proyectos que impactan; pero será el intraemprendimiento,
los recursos planificados para reinventarse en una realidad discontinua y
compleja, el que actualice posicionamiento y valor constante, aquél que
estratégicamente logra la identificación tanto de sus agentes y como de sus destinatarios.
En Una hormiga en París, Marc Vidal traza
una clave esencial para reconocernos en medio del gran hormiguero que aturdido
asiste a la explosión de la revolución
tecnológica. Somos únicos precisamente porque somos parte de un
inconmensurable todo. Como ya ocurriera en otros momentos de nuestra
civilización, el ser humano que surja de esta eclosión será necesariamente
distinto del que hoy conocemos, del que hoy se debate en esa incertidumbre
propia de un cambio de paradigma evolutivo.
Mientras tomamos
conciencia, no viene mal detenerse para reemprender cualquier camino, también
el tuyo. “Yo elegí hace mucho tiempo que mi trabajo sería mi pasión y si no se
iluminaba el habitáculo donde yo trabajara en el preciso instante en el que yo
entrara, dejaría de hacerlo.” Marc Vidal.
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