Diminutamente grandes... (Reflexión sobre Una hormiga en París).


“Yo prefiero pensar que el cambio está en nuestras manos y en la ilusión que tengamos. Si uno no cambia, el mundo no cambia.”
Marc Vidal.

        Aseveramos con demasiada frecuencia, hemos tomado el gusto a hacerlo pensando que así consolidamos nuestra posición de dominio o nuestra necesidad de influencia sobre los demás. Puede que proclamemos sentencias inamovibles más de lo que la realidad soporta y –por supuesto- más de lo que nos podemos permitir a la hora de afrontar nuestros impredecibles desafíos. Esto, o todo lo contrario; nos desentendemos del ahora de tal modo que bien pareciera que nuestra propia vida no fuera con nosotros. Con punzante serenidad lo expresa Bernardo Hernández en el prólogo de Una hormiga en París, “la vida es mucho más compleja que esa dualidad entre voluntaristas y deterministas.”
        Sea como fuere, el poder de los sueños, y cuanto provocan a su alrededor con ese inconfundible impacto con que afectan a la realidad, permanece proporcionalmente unido al deseo de materializarlos. En un mundo complejo en su ambivalencia, muchos nos demuestran que donde hay pasión hay sueños, donde hay sueños retos; y es precisamente de los retos desde donde surge la incontenible fuerza del emprendimiento y la innovación.
        Con un sugerente dominio de la fórmula divulgativa, y aupado por el fino pragmatismo de su narración, Marc Vidal invita a la superación de los propios miedos, de modo que pueda la persona encararse al freno que siempre ha supuesto el miedo al error, el pánico al fracaso. No se trata de ser más grande, quizá pueda tratarse de asomarse desde otra altura, desde esa ventana que presente la realidad como la excelente oportunidad en la que puede convertirse. Así visto, el error, después de todo, no es más que un dato que puedes utilizar en tu beneficio.
       Desde este enfoque, en el necesario análisis del entorno que toda acción emprendedora impone cobra especial relevancia el observador que somos, pero también el observador en el que decidimos convertirnos. El observador que provoca cambio –innovación- lo ha impulsado primero en sí mismo para poder impulsarlo posteriormente en la estructura. Se trata de la flexibilidad interna necesaria, lo que los expertos denominan neuroplasticidad, cuanto pro-mueve a la decisión de innovar sobre sí mimos para innovar en la estructura, en los proyectos, en el producto… Después de todo, como expone el autor, en esa paradójica diferencia entre lo que eres y lo que pareces, “la innovación sólo es innovación si el mercado la acepta”.
      En cualquier caso, cuando sientes que tu tiempo se entrega a algo más que un empleo, todo adquiere otra dimensión. Hacer posible tu propósito o advertir un sentido en tu acción, hace que toques esencia  y, por tanto, desprendas irremediablemente pasión. Es entonces cuando asoma el talento y transforma todo aquello que alcanza; cuando, por efecto contagio, suma otros talentos a la causa común del desarrollo; es entonces cuando se establece una conexión creativa y resplandeciente, que establece una red poderosa y expansiva: el volcán en erupción que es el talento corporativo.
      La innovación está en el alma de los proyectos que impactan; pero será el intraemprendimiento, los recursos planificados para reinventarse en una realidad discontinua y compleja, el que actualice posicionamiento y valor constante, aquél que estratégicamente logra la identificación tanto de sus agentes y como de sus destinatarios.
      En Una hormiga en París, Marc Vidal traza una clave esencial para reconocernos en medio del gran hormiguero que aturdido asiste a la explosión de la revolución tecnológica. Somos únicos precisamente porque somos parte de un inconmensurable todo. Como ya ocurriera en otros momentos de nuestra civilización, el ser humano que surja de esta eclosión será necesariamente distinto del que hoy conocemos, del que hoy se debate en esa incertidumbre propia de un cambio de paradigma evolutivo.
      Mientras tomamos conciencia, no viene mal detenerse para reemprender cualquier camino, también el tuyo. “Yo elegí hace mucho tiempo que mi trabajo sería mi pasión y si no se iluminaba el habitáculo donde yo trabajara en el preciso instante en el que yo entrara, dejaría de hacerlo.” Marc Vidal.

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