La edad de la visibilidad. Influjo de la realidad socio-virtual.



“Intenta no volverte un hombre de éxito, sino un hombre de valor"
Albert Einstein

        Todo cuenta en algún sentido; todo suma, resta, multiplica o divide sin criterio aparente, sin parámetros objetivos ni reglas escritas que resistan un tiempo determinado. El nivel de exposición de tu perfil, así como del personaje que se va creando en torno a las intervenciones o imágenes con que decoras tu dimensión virtual marca el valor, tu cotización en ese mundo de dispositivo y pantalla que hay delante del mundo real al que nos desacostumbramos en un claudicante silencio.
Un ir y venir de mensajes no cesan en su caótico propósito de encumbrar estados y bendecir renovadas libertades individuales. Expresión a veces febril –en ocasiones fresca- de nuestro tiempo, se cuece a fuego lento la atmósfera, de donde se generan las actitudes y se construyen realidades hasta crear una cultura capaz de proclamar e instaurar un auténtico modo de vida.
Así, abigarrada estructura sin andamios que la sostengan en su crecer galopante, se forja entre imágenes que lo pulgares santiguan en las pantallas una mentalidad explosiva y cortoplacista, que proyecta y devora al mismo tiempo el instante para el que ha sido programada su moderna insaciabilidad. El contenido es la presa en la edad de la visibilidad, la letra es indiscreta intención desatada por las emociones desinhibidas ante la verdadera distancia; la imagen se eleva a perfecta categoría, tan efímera en su forma como pretenciosa en su inconfeso sentido.
La edad de la visibilidad traza sus caminos sin rumbo aparente, surca espacios sin estrategia preestablecida. Sus movimientos no tienen ritmo al que adaptarse ni mapa por donde orientarse. Aunque poco es previsible, se encuentran cuantos oasis se quieran encontrar; se puede escuchar lo que se quiere oír y leer aquello que se desea conocer. La cuestión se juega –una vez más- en la capacidad de juicio y las posibilidades propias de análisis; la credibilidad o la veracidad, así como el descubrimiento de la intención de las fuentes serán decisivas en este escenario entre la persona y la realidad socio-virtual.
Con sus grandes ventajas y reconocidas posibilidades, pero también con sus aspectos por analizar y conocer del todo, la edad de la visibilidad ha establecido un modo y orden nuevo, donde esa realidad socio-virtual ha establecido todo un sistema de relaciones, donde amistad, afectos y emociones, negocios, marketing, intereses, inquietudes, despropósitos o también oportunidades, circulan por la red a la velocidad y la intensidad de esa pulsión vital que invade circuitos y satura dispositivos.
    Para entonces, como ha sucedido siempre, será la autenticidad la que salvaguarde lo esencial del ser humano en los brazos de una realidad contingente, una autenticidad que –en esta ocasión- se jugará en esa cercana distancia que paradigmáticamente se establece entre quien teclea a un lado del dispositivo y el personaje que crea al otro con el rastro y el señuelo virtual que va dejando. En cualquier caso, la edad de la visibilidad no será ajena a los procesos naturales, empeorará lo malo y mejorará lo bueno. En cierto modo, la realidad socio-virtual tampoco resolverá la soledad de muchos si sólo se comparte vacío.

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