Estoy convencido de que nada ni nadie que te haya hecho feliz se borra jamás de tu
corazón. Espero que así haya sucedido con vosotros a lo largo de estos años en
la Casa Salesiana de Montilla; años en los que seguro habéis tenido oportunidad
de compartir todo tipo de momentos. Seguro que todos nos han hecho crecer como
personas y como grupo.
Permitidme, en
este momento, que comparta una última reflexión antes de que emprendáis la
siguiente etapa de vuestra vida.
En primer
lugar, no puedo dejar de agradecer a vuestros padres el que un día decidieran traeros
a esta casa. Sin su decisión no hubiera sido posible haber compartido este
camino que hoy ponemos en valor. Puedo advertir lo que en este instante sienten
en su corazón y la cantidad de escenas que retienen en su interior ahora agitado,
zarandeado. Por su confianza y comprensión, a ellos todo mi respeto y el profundo
agradecimiento en nombre de la Congregación Salesiana.

Sin duda, de
todo el proceso, nada más valioso que las personas, nada como el encuentro
fructífero entre quienes son conscientes de la trascendencia que el
conocimiento y las experiencias tienen en la vida de las personas.
Queridos
amigos, puede que todo lo vivido no llegue ser decisivo en vuestras jóvenes
vidas, de modo que se borre en el primer viento que sople con cierta fuerza;
existe la posibilidad de que cada uno de los momentos experimentados y amados
en estos años no sirva para nada a pesar de que hoy te embargue la emoción y no
consigas reprimir tus lágrimas. Dejad que todo fluya con naturalidad y vive cada
instante con esa pasión por la vida que compartimos. Ciertamente,
nada que se ama, se olvida. Pero sólo el tiempo y las circunstancias determinarán si
fue verdad lo vivido, si fue tan auténtico que te marcó hasta traspasar tus
entrañas para formar parte de ya de lo que en esencia eres y serás.

Como hiciera Don
Bosco, sueña y lucha por tus sueños. Sé valiente, atrévete, mira tu interior y
deja un espacio a Dios, no saldrás defraudado; se puede ser generoso y ser
feliz, entregar todo lo que eres y no lamentarlo; se puede ser honrado, justo, honesto y, por supuesto, ser
feliz. Ése es nuestro deseo para quienes, más que alumnos, os convertís en
amigos, en cómplices del carisma salesiano allá donde estéis. Sí, el colegio
brillará en vuestro interior cada vez que, como fuerza, viváis los valores que
os conmovieron.

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