De la mejora que buscas.


   "Habrá milagros hoy si tienes fe"
El Príncipe de Egipto

     Buena parte de lo que consideramos límites en realidad son sólo obstáculos, esperando ser superados por el alma intrépida de la persona o el espíritu indomable de un equipo. Quizá, el mayor de los fracasos consiste en quedarte en el tiempo, el espacio, el lugar en el que te sabes insatisfecho o desdichado, incompleto o desafortunado. Incluso puede que tardemos demasiado en descubrir que no hay peor castigo que la condena de resignarte a tu suerte, de acostumbrarte al sonido monocorde de la derrota.
         Por lo difícil que sea la situación, decidir salir de ella siempre cuesta. La experiencia te apunta susurrante al oído que, después de todo, no te atreviste por la certeza del resultado, o por la seguridad de la victoria, sino que te decidiste por la esperanza cierta de encontrar lo mejor, por experimentar la fe en las posibilidades propias. Y es que el precio de la plenitud, esa noble aspiración que sólo grita el espíritu limpio desde dentro, cuesta lo que tardas en darte cuenta de la necesidad del salto que sólo tú decides dar.
         En el video que puedes ver descubrimos todas las partes por las que atraviesa la mejora personal y de grupo.
1.   La percepción crítica de la realidad, el análisis objetivo de la situación, hace que, por fin, rompas con las falsas seguridades que siempre te han atado, de todo cuanto te retiene e impide que estalle la fuerza interior que hay en ti y que sólo de tu decisión depende. Se trata de salir de una vez de aquello que te acomoda y empobrece, que te reduce a la mínima expresión de ti.
2.   La firme convicción de que aquello que buscas está a la distancia del primer paso que sólo tú decides dar. El miedo queda atrás porque sientes que todo lo que está por venir cambiará necesariamente tu vida.
3.   La confianza es la fe compartida. Poco a poco experimentas que, por mal que vaya, sólo el querer intentarlo ya te demostró lo dañina que puede llegar a ser la conformidad en la que permanecías instalado.
4.   Miras alrededor y compruebas que no estás solo. Muchos como tú también decidieron romper con esa fuerza centrípeta que asfixiaba tu corazón. Sí, sentirte parte de un grupo, de un equipo que late al compás de tu corazón prendió tu alma para siempre.
5.   La dureza del camino prueba constantemente tu resistencia, pero sobre todo la consistencia de tus motivos, la solidez de las razones que te impulsaron, que te empujaron hasta dar el salto. No hay desierto lo suficientemente grande que agote tu motivo más profundo.
          Después de todo, y a pesar de lo que nuestro caprichoso mundo pueda imponer, el valor de las decisiones no está en llegar a la meta. Siempre existirá la posibilidad de salir, hacer todo lo posible y lo imposible por alcanzarla y, por la razón que fuere, no llegar. El auténtico valor está en romper con la mediocridad que anestesia el corazón, en la decisión de salir de ti mismo y de cuanto te acomoda, porque, aún sin llegar, habrás vencido el temor de volver a intentarlo, de salir cuantas veces sean necesarias hasta definitivamente llegar a ese lugar que te prometiste un buen día alcanzar. El milagro no es sino la convicción de que casi todo es posible. Que nada ni nadie apague ese impulso tan humano.

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