“Estos son mis principios, si no le gustan tengo otros”
Groucho Marx

Vivimos los efectos lógicos de la entronización de lo efímero, que ha terminado por esclerotizar nuestro espíritu y lo ha desprovisto de horizonte significativo. La tiranía de un demacrado tardo-relativismo proclamó un hedonismo ramplón y desapasionado, difícil, por tanto, de contrarrestar. Ya envejecido y manoseado por sus aduladores y proclamadores, esta forma de relativismo gestiona con la indolencia de siempre y con un renovado desafecto por el ser humano; coletazos inconexos de frustración que no conviene simplificar ni infravalorar.
Convencidos de la capacidad de transformación de la realidad, tratamos de abrir surcos en los que asiente la semilla de la libertad. Y a esperar, a la esperanza activa… Así, por esa parte insoslayable de un mundo convulso y sobresaltado que nos conmueve y duele, tenemos la obligación y el compromiso de superar el miedo que pudiera atenazarnos. Consiste en alzar la vista y encontrar el sentido que tiene el esfuerzo de cada uno por hacer de nuestro mundo un mundo mejor. Mejorar tu mundo es mejorar el mundo.

No aceptar la imposición me parece muy razonable y progresista, pero más aún me parece hacerlo de todo, no sólo de aquello que me interesa o dependiendo de la procedencia. Nuestra sociedad no estará dispuesta a creer en lo que se impone, y hará bien en hacerlo. El individuo libre, la sociedad instruida creerá en lo que descubre e interioriza. El principio de convicción será soporte de la persona inteligente, que ha interiorizado y razonado. Ésa es la clave de quien considere su planteamiento válido para el entorno en el que convive: saber que se dirige a una libertad, a una libertad muy preparada que desea y ama tanto para sí como para el otro.
En medio de ese decrépito y decadente escepticismo tardo-relativista complejo y multiforme, emergen nuevos valores con brillo. La coherencia y la credibilidad constituirán verdaderos baluartes en la influencia de personas y grupos. Nada se posee, todo se conquista y se vive; pero nada se posee, aunque seguimos en esos esquemas de pensamiento estáticos y materialistas que frustran a innumerables generaciones con el síndrome del coleccionista permanentemente insatisfecho.
