La mente se entrena; la mente juega. (Sobre Iron MInd, de Enhamed Enhamed).

“Lo que niegas te somete; lo que aceptas te transforma”.
Karl Jung.
       Decisión, voluntad, disciplina, resistencia, algo de rebeldía y –por supuesto- toda la quebradiza confianza que el ser humano puede reunir para alcanzar los retos que se propone. Seguro que no es lo único valioso que encontramos en su lectura, pero sí la síntesis que he podido encontrar en Iron Mind, un libro excepcionalmente visual con el que Enhamed Enhamed nos regala sus experiencias y emociones.
Hay momentos a lo largo de las páginas del libro en las que predomina la realidad del atleta, el descubrimiento del deporte, la aproximación al mundo vibrante de la competición, la explosión del talento personal, e incluso la frustración por las decepciones y esa montaña rusa emocional a la que se someten los deportistas de élite. Ayuda el sensato realismo con el que Enhamed traza la línea de su experiencia vital.
Pero también encontramos no pocos renglones en los que sobrevuela sobre el deportista el coach apasionado y sencillo, el “soplador de brasas” que provoca e inspira a cuantos se acercan o avistan su carismática estela. En cualquier caso, con independencia de cómo queramos verlo, se encuentra siempre presente la persona y ese poder de atracción casi magnético que destila Enhamed en cada esquina de Iron Mind.
Mucha vida y mucha energía, también cierta dosis de humor que se agradece, sin caer por ello en la trampa que el ejercicio de la superación suele provocar en quienes la viven y salen irremediablemente cambiados por ello. Lo bueno, en este caso –así lo veo-, es que no parece entregarse el autor al tópico del deportista que vive para contarlo, sino al que decide contarlo –más bien- para que otros se sientan empujados a vivirlo.
No hay lección ni magisterio al uso que se entregue al lector cómodo y deseoso de respuestas, pero sí encontramos preguntas; muchas preguntas que terminan zarandeando el espíritu adormecido del lector. Advertimos en sus páginas la presencia de ese saboteador interno con el que convivimos y saboreamos una certeza que revela la experiencia de Enhamed: “El éxito está en tu mente”.

Después de todo, no hay meta final; cada una de las llegadas no dejan de ser el punto de partida del siguiente reto que establecemos, de la siguiente conquista que emprendemos, de la siguiente revelación que descubrimos. No hay meta definitiva, sino un necesario punto de apoyo vital que nos impulsa hasta otro. ¡Buena lectura!

3 comentarios:

  1. Me encanta la metáfora de "soplador de brasas". Si pensamos en educación, un maestro es un soplador de brasas.

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  2. Me encanta la metáfora de "soplador de brasas". Si pensamos en educación, un maestro es un soplador de brasas.

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    1. Completamente de acuerdo, Esperanza. Es una expresión de Leonardo Wolk, cuyo libro, "Coaching. El arte de soplar brasas", te recomiendo vivamente. Gracias por tu aportación, compañera.

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