“No hay más que una gloria cierta, y es la del alma que está contenta de sí”.
José Martí.
Mientras ganar hace poderosos a los deportistas, la forma de ganar los hace grandes, admirables, incluso legendarios. No es cierto que la historia –también el deporte- no guarde un sitio a los “perdedores”; porque ejemplos de deportistas que no han sido encumbrados por sus resultados sino por su espíritu competitivo, su liderazgo o carisma, hay muchos. De ahí que sea una verdad a medias elevada a categoría eso de “del segundo no se acuerda nadie”, “segundones”, “el segundo es el primero de los perdedores”…
No nos vamos a engañar: lo decisivo para estar arriba es ganar; ganar mucho. Pero hay algo imprescindible para conectar, y es por esta razón por la que hay muchos ganadores que perdieron la mejor de las victorias: la gloria, eso que te conceden los demás, no solo los títulos. La gloria es aquella energía que hace que un ganador sea campeón; que un ganador sea capaz de trascender más allá del aura de una efímera corona de laurel, el brillo de un trofeo o una medalla o incluso de una saneada cuenta corriente.
Creo que hay algunas constantes que se repiten en aquellos deportistas y equipos que, más allá de ganar o perder, se muestran capaces de conectar y trascender:
Sin sus ligas o su copa de Europa el Barsa de Cruyff no habría entrado en la historia del fútbol, pero, ¿por qué es recordado este equipo? Sin sus anillos, los Bulls de Jordan no estarían en el cuadro de honor de la NBA, pero, ¿por qué siguen siendo recordados? Seguro que tú podrías proponer otros casos que respondieran a este paradigma de éxito.
