“Las
derrotas no engrandecen nada, pero con ellas uno se da cuenta de la dificultad
de lo que ha hecho hasta hoy”
Rafa
Nadal
La realidad es
la que es, por dura que sea, y conviene siempre conocerla bien. En ocasiones
utilizamos edulcorantes en forma de mensajes para deformar su doloroso impacto,
quizá pensando que así nos duele menos, que no traspasa nuestra vulnerabilidad amenazada
o que de esta forma no erosiona nuestra sobrevalorada fortaleza o la de quienes
nos rodean.
La naturaleza
de la derrota es dura, su sabor amargo, de una punzante tristeza para quienes no
pueden desprenderse de su espíritu competitivo. Además, la derrota no enseña nada; es la persona o los equipos quienes tienen
ante sí la oportunidad de extraer de ella el aprendizaje necesario para ponerse
de pie y seguir adelante con su propósito. Para ello, puedes tener presente
estas 7 CLAVES:
1. ESCUCHA LA RABIA. No eres la
derrota, ni la rabia que su fría dentellada deja, pero esta rabia puede llegar
a ser muy productiva si se sabe gestionar. Que suene y transforma su energía.
2. COMPARTE LA FRUSTRACIÓN. No dejes que se quede dentro, porque
roba mucha energía y entonces saldrá en momentos que no deseas. Expresa las
emociones que sientes. Para llenar el depósito emocional hay que vaciarlo
antes.
3. REVISA LOS OBJETIVOS. Recuerda la
meta trazada, quizá no te encuentres tan alejado de aquello que te propusiste.
Examina ciclos, tendencias; no momentos puntuales. Una línea proporciona más
información que un punto.
4. RECONSTRUYE LOS VALORES. Los valores
son el combustible de nuestras acciones. Siente si han estado presentes los
valores acordados en equipo; si son necesarios otros.
5. TRABAJO; MÁS TRABAJO. Nada se mejora sin dedicación, sin
una aplicación y una intensidad que prueben realmente los valores, los planteamientos,
las ideas, la estrategia... el proyecto.
6. MANTÉN LA CONFIANZA. Pocas cosas
dependen tanto de nosotros como mantener la confianza. Concede el valor
necesario a lo externo, bueno mientras te ayuda y te da perspectiva, pero que
no condicione ni te aparte del propósito por el que estás dispuesto a dar lo mejor
de ti.
7. RECONOCE EL ESFUERZO. Todo cuanto depende
de nosotros es señalar el objetivo, acordar los valores, disponer la estrategia
y gastarnos en la entrega. Si eso está, sí, por favor… ¡Reconoce(te) el
esfuerzo!
Al fin y al
cabo, somos nosotros los que aprendemos, o no. La derrota no enseña nada. Y vendrán
más resultados, vendrán buenos y no tan buenos, y seguirá viniendo alguno malo.
Así lo sentimos, competir está anudado a
la vida; es imposible disociar la competición de la vida, la vida de la
competición.