“Yo
arriesgo mi vida, tú jura que la defenderás”
La Iliada.
No
parece seguro, pero, aún así, el adivino Calcante mira con serenidad a Aquiles
antes de transmitirle una información decisiva para el transcurso de los
acontecimientos de la guerra; se trata de una información que pondrá su vida en
serio peligro ante la furia desbocada de Agamenón, líder despiadado y envidioso.
Aquiles transmite en su gesto la confianza necesaria, refleja el valor y la
decisión que Calcante necesita ver en este tormentoso momento que sin duda
cambiará las cosas. Entonces, después de un breve pero inquisitivo silencio, sentencia:
“-Yo
arriesgo mi vida; tú jura que la defenderás”.
Todo llega.
También, y sobre todo, los momentos decisivos para líderes y equipos de toda
índole o naturaleza, de toda misión. Lo percibes porque el camino se estrecha
después de una travesía más o menos placentera, más o menos dura. Lo percibes
porque genera dentro de ti y del equipo un cosquilleo difícil de clasificar,
porque aumenta la presión externa de quienes te acompañan y tienen las expectativas
intactas, pero también la interna, esa con la que tú te castigas a veces en
exceso. Llega el momento decisivo y
tienes la sensación de que un precipicio parece abrirse ante tus pies sin la
certeza de haber traído las alas necesarias.
Hay un
instante en el que sientes que ya no hay posible vuelta atrás; que todo para cuanto te estabas preparando ha
llegado sin que puedas postergarlo. Para cuando esto sucede, los líderes y
sus equipos se saben ante la puerta que ya solo cabe abrir de par en par. La puerta
que puede traerte el cielo y sus estrellas; la misma puerta que puede abrirte las
cloacas llameantes de infierno. ¡Qué paradoja! El momento en el que los
objetivos, los resultados, llegan a adquirir rostro, cara, emociones, sensaciones…
Sí, ese momento ya está aquí para ti y para tu equipo. El modo en el que gestionas este escenario de presión ante la fase
final que decidirán toda una temporada también diferencia a los líderes.
Estas podrían
ser 4 situaciones y sus 4 posibles claves para surcar este mar tempestuoso para
tu equipo:
A TENER EN CUENTA: La atmósfera y el
ambiente previo a todo momento decisivo resultan fundamentales.
CLAVE
1:
Genera la serenidad necesaria y suficiente.
SITUACIÓN 2: Aparecen las
dudas y la incertidumbre ante el resultado.
A TENER EN CUENTA: La visualización de
todo lo bueno que ha traído al equipo hasta este momento. Ha sido el valor de
lo que somos y hacemos el que nos da esta magnífica oportunidad de alcanzar la
meta y los objetivos.
CLAVE
2:
Construye la confianza en ti y tu equipo.
SITUACIÓN 3: La presión puede
robar el aire que la hora de la verdad necesita.
A TENER EN CUENTA: El exceso de
mensajes puede deteriorar el aire que respira tu equipo. La protección de ese
espacio en el que se trabaja, el aire y el oxígeno que ha venido respirando el
equipo hasta ahora debe protegerse.
CLAVE
3:
Elimina toda esa presión que ahoga el talento de tu equipo, su potencial, su
rendimiento.
SITUACIÓN 4: Está la
confianza y la fe, pero falta la decisión, el paso al frente de todos que supone
la declaración de intenciones.
A TENER EN CUENTA: Todo parece tan
complicado; se ha preparado con tanto detalle, que a veces es solo cuestión de un
último empujón, una provocación a tiempo; una emoción que desencadena la acción
inaplazable.
CLAVE
4:
Provoca la acción.
Lo haremos y
lo pondremos todo. Y vendrá el resultado
como vienen los días, para probar nuestra actitud, para probar la consistencia
de nuestros motivos, la fuerza de nuestro espíritu competitivo. Siente
orgullo por el esfuerza tuyo y del equipo que confió en ti el liderazgo y la
autoridad. Al fin y al cabo, la derrota o
la victoria es expresión necesaria de la competición, pero siempre
insuficiente si por encima de ella –o atada a ella- no está la vida, las vidas
de quienes la comparten. El final lo
elegimos, porque el final es mucho más que un tanteo o un resultado: quiénes
fuisteis, quiénes sois y quiénes seréis como equipo.