“No es su dureza o su comodidad, su
estrechez o su anchura;
lo que hace bueno al camino es el
hecho
de que sea tuyo y te conduzca a tu destino”.
Terminamos su
proceso personal de coaching hace ya
algún mes. Pero aún tengo su fuerza dentro
de mí, pegada en las paredes porosas de mi corazón. Bendita vocación la de
trabajar la mejora de las personas. Él se reconocerá al leerlo. Lo llamaré Treeman. Y dejo las evidentes
connotaciones para ti, lector.
Treeman se mostraba desde el principio
contemplativo, resuelto, correcto en el trato y cercano en la conversación; se
veía seguro de sí mismo pero al mismo tiempo expectante ante la imprevisible experiencia
de trabajar por vez primera con un coach.
Por lo que pude compartir en los diferentes retornos que fuimos haciendo,
fueron unas sesiones intensas en su conjunto, serenas y exigentes, donde el componente retador sobrevolaba en las
miradas, las preguntas, las palabras, los silencios… Treeman terminó de cerrar un objetivo; afrontó sus miedos y temores
con el que se limitaba; surcó para ello el territorio inhóspito de sus sombras
y desafió por fin a aquellas dudas que, por muy distintas y variadas razones,
todos tenemos como desierto árido que cruzar. Y después de unos pocos meses llegó
la última sesión junto al coach.
El escenario elegido
para esa sesión final fue distinto, inesperado. Un espacio potenciador e
inspirador para Treeman. Un par de
días antes le envié un mensaje para quedar en un parque y comenzar desde allí 1
hora de running. Así terminaría su
proceso, nuestro proceso. Allí donde ciertamente se reconocía en un hábitat placentero,
motivador, activador…
Al principio
fue un trote suavemente; sí, por delante toda una hora para compartir
sensaciones entre preguntas, silencios, respuestas, pensamientos… Conversamos
sobre la marcha de sus miedos, de su temor a caer y fracasar, y lo hicimos al
ritmo de zancadas, donde Treeman se
sentía verdaderamente potenciado y cómodo. Esa
niebla gris con la que el miedo suele envolver y acariciar a las personas parecía
disipada por momentos. Treeman, sin
ni siquiera ser preguntado, propulsaba palabras sobre sus experiencias y
vivencias… No había filtro emocional ni mental… Se emocionaba al revisar su
vida; nos emocionábamos al ritmo de pisadas que parecían precipitarse y
acelerarse en un cadencioso y ascendente ritmo.
-El fracaso es
no intentarlo -se repetía convencido, convenciéndose.
Asiento sin
articular palabra; sólo permanezco a su lado corriendo al ritmo que marcaba…Mis
gafas de sol me permitían parecer neutral en la batalla que él libraba por
dentro y me regalaba, pero estaba entregado entre un ejército de emociones
dispuestas a saltar de la trinchera de los ojos. (-Tranquilo -me repetía en mi
lucha interior para no acaparar el momento).
Entonces
comenzamos a dialogar sobre el presente, sobre el modo en el que a partir de
ahora abordar la vida personal y profesional… y ahí se volcó sin que tampoco en esta ocasión me concediera la
oportunidad de intervenir; ni yo lo pretendía ni él lo necesitaba. Su
crecimiento, sin duda, ha sido espectacular porque él lo ha querido, sentido, protagonizado,
luchado y proyectado. Presencia, consciencia, inspiración, ilusión…
sintetizan el trabajo de estas semanas
para Treeman, pero también para mí,
por supuesto. Es el regalo que me deja cosido con el hilo de las emociones…
No
queda nada, ha pasado la hora como pasa una brisa, suave, imperceptible,
reconfortante. El reloj da la señal, nos miramos y paramos, pero nuestra mente,
nuestro corazón ya no se detienen;
quieren más… y lo van a tener. Nos despedimos con un abrazo y hay una
emoción que evita cualquier otra despedida convencional.
-¿Todo bien?,
¿y ahora…? -pregunto.
-Ahora todo –responde
mirándome a los ojos y estrechándonos en un abrazo que nos hizo más humanos,
más fuertes.
Una convicción
y una experiencia. Hay poca energía tan
transformadora y reportadora de vibraciones positivas como aquella que logras
introducir en el canal desbordante de la VIDA. Libera tanta atadura a esa
VIDA. Gracias, Treeman, por tus
raíces profundas y tu sombra reconfortante. ¡Seguimos!