“No sé cuál es la clave del éxito, pero la clave
del fracaso es tratar de complacer a todos”
Bill Cosby
Hace algún
día, mi amigo @Cidoncha5, a través
de @CompetirConAlma, compartía conmigo una encendida
inquietud futbolística muy común en los entrenadores; una reflexión que, en
todo caso, considero extrapolable al mundo de los equipos en su conjunto, sea
cual sea su naturaleza y misión. Líder responsabilizado y serio, José María bajaba
al suelo un balón difícil de someter a ese riguroso control que por seguridad
buscamos en toda jugada de la vida, incluso en las menos decisivas...
Y llegó la
pelota sin buscarla, pero hay que estar ahí… ¿por qué el deportista piensa más en sí mismo que en el equipo?, ¿cómo
gestionar este tipo de situaciones en las que los egos capitalizan el escenario competitivo del equipo?
Desde el punto
de vista de la sociología de la organización de equipos, conviene recordar dos aspectos fundamentales:
1. A todos los miembros del grupo se les ha hecho
sentir parte importante desde el principio. Parece razonable y hasta
bueno que la mínima percepción de lo contrario provoque la reacción del
deportista competitivo.
2. Todos quieren preparar la tarta, casi todos poner
la guinda; todos quieren probarla y todos, al final, quieren recibir los elogios
de los comensales.
En cualquiera de las fases hay que gestionar insatisfacción. (El que no es convocado quiere ser
convocado; el que está en el banquillo quiere aparecer en el once titular; el
que está de inicio quiero hacerlo en otra posición y meter goles; el que mete
goles quiere meterlos bonitos, y el que los mete bonitos quiere que lo aplaudan
y sentirse valorado… ¿o no?)
Sin duda, en el
modelo de trabajo de líderes de equipos, gestionar
la insatisfacción latente a lo largo de la competición se ha convertido –competencias
técnico-tácticas ya sobreentendidas- en una
de las habilidades más valoradas en la alta dirección de personas talentosas
que tratan de convertirse en equipo.
Efectivamente la disociación entre los objetivos
personales y los de del equipo se convierte en una de las mayores causas de las
grietas que terminan socavando las aspiraciones de un grupo. Algo hay que
hacer, y esa responsabilidad es, por supuesto, del líder. Ten prevista tu
estrategia, sé honesto y habla con ese miembro o miembros de tu equipo, concede
el tiempo que necesita y necesitas, y toma finalmente una decisión consecuente.
Puede suceder que:
Ø
SITUACIÓN 1. El entrenador (líder) cree que el
jugador no está en un buen momento. ACCIÓN 1. Hazle saber que distingues el momento
que atraviesa del verdadero potencial que tiene, y trata de provocar su
reacción, acompañándola, motivándola.
Ø
SITUACIÓN 2. El entrenador cree que hay
compañeros en mejor nivel y forma que él. ACCIÓN 2. Le invitas a trabajar duro, pero le haces
ver la realidad del equipo en este momento. Paciencia y trabajo, no hay otra. El
respeto al compañero es un valor recíproco.
Ø
SITUACIÓN 3. El entrenado cree las dos cosas. ACCIÓN 3.
Propone ambas acciones.
Ø
SITUACIÓN 4. El entrenador cree que la situación
está deteriorando gravemente el ambiente y afecta al trabajo y rendimiento del
equipo. ACCIÓN 4.
Exponle claramente la situación y decide una situación en la que perciba él y
el grupo lo inconveniente de su actitud, así como el riesgo que la situación creada provoca. Deja claro que no es su persona el problema, sino la actitud que
ha elegido. Concedes la oportunidad de cambiar y, pasado el tiempo previsto,
decide.
Como entrenadores,
como líderes de un equipo, a lo largo del caprichoso vaivén de la competición
tenemos la oportunidad constante de señalar los valores en los que creemos, y
aquellos que para el equipo queremos. No
decidir es una decisión, y no siempre la mejor. A veces no se trata tanto de formular grandes
discursos, sino de ser coherente e íntegro en tus decisiones y acciones en
el abigarrado conjunto de situaciones que se van presentando. Invítales a que tomen ellos el mando de su propia situación; que dejen de ser víctimas y se conviertan definitivamente en protagonistas de todo -que es mucho- cuanto depende de ellos. Y piensa algo. Poco, realmente poco, podrá satisfacer a
todos del todo y plenamente.
Gestionar la insatisfacción forma parte de las
competencias imprescindibles del entrenador, algo que se aprende y también se entrena, como se entrenan otros
aspectos que requieren un equipo, como también lo requiere la familia, tus amigos
o incluso tu propia pareja. ¡Ay esa curva
emocional compensatoria de la que todo líder vive, ese hilo emocional en el que toda su
trayectoria se agarra!